Septiembre 26, 2006

SOCIEDAD
¿Revolución o involución? (I)

Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, Cuba - Septiembre (www.cubanet.org) - El término revolución está íntimamente relacionado con el concepto de cambio radical de lo establecido hacia una dinámica de avance y progreso. Eso fue la Revolución Industrial y eso significa la Revolución Científico-Técnica iniciada en los últimos decenios del Siglo XX y que hoy, con los avances en el campo de la informática, hace progresar todos los conocimientos humanos hacia niveles inimaginables hace sólo unos años.

En lo social, revolución ha significado transformaciones abruptas del orden establecido, que crearon nuevas vías para el progreso de las naciones, muchas veces, lamentablemente, con la utilización de la violencia. Es el caso de la Revolución Norteamericana o la Francesa desarrolladas a finales del Siglo XVIII.

Sin embargo, no necesariamente todas las revoluciones sociales, sobre todo en los últimos tiempos, han tenido a la violencia como partera. Los cambios revolucionarios acaecidos en el Este de Europa al ser derrotado el totalitarismo se alcanzaron, por lo regular, de forma incruenta. Similares objetivos se lograron en Chile, Sudáfrica y España mediante la sabiduría combinada de líderes políticos y pueblos, donde se obtuvo la democracia sin las penurias y los horrores que hubiera significado el empleo de las armas para llegar al objetivo deseado.

Por ello, podemos decir que una revolución aunque podría implicar el uso de la violencia en el plano social, no necesariamente está irremisiblemente comprometida a transitar por ese camino. Es posible que las grandes transformaciones puedan lograrse en un ambiente de paz y reconciliación nacional, a través de compromisos históricos. Sí es una característica definitoria de un proceso revolucionario que siempre debe apuntar al avance, la prosperidad y el progreso de los pueblos involucrados, al igual que las transformaciones radicales que ocurren en los terrenos de la ciencia, la técnica y la cultura, dirigidas en primera instancia al bienestar del ser humano.

En Cuba, donde se ha hablado tanto de la Revolución de 1959, si se realiza un balance imparcial de lo acontecido en los casi 50 años transcurridos, poco puede hallarse de avance y progreso, y mucho de involución hacia etapas ya vencidas en el pasado y a nuevas formas de opresión que superan con creces los sufrimientos que ciertamente determinados sectores de la sociedad padecieron antes de esa fecha.

Incluso en los campos de la salud pública, la educación y la seguridad social, donde se habían continuado los progresos alcanzado durante la república, hoy están sucediendo evidentes retrocesos cualitativos en los dos primeros, y un derrumbe casi absoluto en el último a consecuencia de la pérdida de las subvenciones del bloque soviético, que pusieron al descubierto la insolvencia de la economía, bloqueada por un sistema infuncional.

Los sueños compartidos por los cubanos de forma abrumadoramente mayoritaria al triunfo de la revolución han sido frustrados y sólo queda desesperanza. Los anhelos de justicia social han sido convertidos en una estratificación de la ciudadanía entre los privilegiados del sistema y la mayoría de la población que percibe salarios y pensiones de miseria; entre los afortunados con familias en el exterior que puedan enviarles divisas y el resto de la población que tienen que vivir en la menesterosidad.

La supuesta propiedad social ha sido una falsedad, en un país donde los trabajadores no tienen siquiera el derecho a organizar verdaderos sindicatos que los protejan, lo cual es reconocido incluso por ideólogos marxistas como el científico alemán Heinz Dietreich, residente en México, quien señaló recientemente que "la propiedad productiva en Cuba se encuentra, esencialmente, no en manos de las mayorías. Si fuera de las mayorías, las mayorías la protegerían, porque es de sentido común que nadie se roba a sí mismo".

Si antes de 1959 Cuba se caracterizaba por tener índices socioeconómicos que sobresalían en América Latina, actualmente la realidad es muy distinta. Para comenzar, existen problemas demográficos extraordinariamente complicados que han llevado al envejecimiento acelerado de la población, debido a que la tasa de natalidad entre los años 1960 y la actual ha descendido en más de un 66%, con una fecundidad inferior al nivel de reemplazo, menos de una hija por mujer. Esta situación se agrava por una emigración masiva de jóvenes, quienes buscan en el extranjero alcanzar los sueños que en nuestra isla son imposibles obtener.

La estrechez de las familias provocada por la precariedad imperante, también se traduce en altas tasas de divorcios (3,2 por mil habitantes en 2004), que sitúan a Cuba en el décimo lugar mundial. La falta de perspectivas y fe en el futuro se plasma en poseer uno de los más altos niveles anuales de suicidios del planeta, que en algunos años ha sido superior a 20 por cada cien mil habitantes; y en el período 1971-2004 fue de 18,8 como promedio anual. Parejamente, las estadísticas mundiales reflejan que Cuba tiene la tasa de prisioneros por habitante más alta de Iberoamérica y un triste séptimo lugar a nivel mundial con 487 por 100 mil habitantes, según el último reporte de la revista The Economist.

Todo lo anterior lo ocasiona un ambiente de miseria que ha llevado al delito para sobrevivir o a desear la muerte debido a la desesperación. A ello se añaden los miles que han perecido en las aguas del Estrecho de la Florida con el sueño de escapar del "paraíso" y llegar a otras tierras, o decenas de miles de familias fragmentadas por la separación geográfica, con lo nefasto que este fenómeno conlleva para la sociedad en su conjunto.

Todo esto, en gran parte, es consecuencia de un sistema económico, político y social que si en algunos momentos pudo brindarle algunas migajas a la población, no ha sido producto de su capacidad de empleo racional de su potencial de generar riqueza, sino por las subvenciones extranjeras, como sucedió hasta 1989 con las "ayudas" provenientes del Este de Europa y ahora acontece con los petrodólares de Venezuela.

Con un firme racionamiento de los alimentos impuesto desde los primeros años de la revolución, y que hoy no garantiza ni el 50% de las calorías necesarias para un ser humano, según cifras oficiales; con escasez de viviendas que obliga a varias generaciones a cohabitar hacinadas y sin esperanzas de cambio; con falta de transporte; asistencia médica inadecuada por la carencia de medicamentos y actualmente incluso de personal debido a la exportación masiva de médicos, el sueño revolucionario de la mayoría de los cubanos se ha convertido en una tragedia involucionista, sazonada por un régimen aferrado a concepciones fracasadas que únicamente concibe el sostenimiento de un poder absoluto y la negación de los derechos humanos, no sólo en lo político y lo civil, sino también en los campos cultural, social y económico, con lo que se le priva al ciudadano de expresarse, reunirse y desplazarse libremente, al tiempo que se le bloquea su desarrollo, es decir su derecho a la vida.

Desafortunadamente, Cuba está en el furgón de cola mundial en cuanto al acceso de la población a Internet, el uso del teléfono móvil y la propia telefonía tradicional, de la cual, como de la radio y la televisión, fue pionera en Latinoamérica.


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ECONOMIA
Cuba, ¿revolución o involución? (II y final)
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - En la economía cubana, los síntomas de la involución son más que evidentes. Aún con la aparición de la subvención de Venezuela, o sea una nueva Unión Soviética, actualmente a nivel global el Producto Interno Bruto (PIB) podría haber llegado a fines del 2005 a los niveles de 1989, lo que no se puede asegurar totalmente debido a la carencia de credibilidad de las estadísticas oficiales, no aceptadas por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL) ni por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
De todos modos, el índice general de volumen físico de la industria en su conjunto al cierre del 2004 era del 48.7% en relación con 1989, según lo publicado por la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). La industria azucarera, en la zafra de 2006, si acaso habrá sobrepasado los l.2 millones de toneladas de azúcar, una cantidad que se elaboraba en 1905, cuando el país contaba dos millones de habitantes, cifra inferior a la actualmente existente en la capital.
La agricultura es otro ejemplo de involución sostenida y constante. La producción cañera es posiblemente la más deficiente a nivel mundial, cuando se comparan los promedios actuales (alrededor de 63 toneladas métricas por hectárea, mientras el promedio cubano en 2005 fue de 22.4).
La ganadería, que llegó a tener una masa de más de 7 millones de cabezas, no alcanza los 4 millones, y la producción de leche más las grandes importaciones de leche en polvo resultan insuficientes para asegurar el suministro del vital producto a los niños después de cumplidos los 7 años.
El resto de estas producciones por lo regular se encuentran en igual marasmo, lo que ha transformado a Cuba de un exportador neto de productos agrícolas en un importador neto, convirtiéndose en una ironía que uno de los principales suministradores sea Estados Unidos…
De esta forma, según datos oficiales el Sector Agricultura, Caza, Silvicultura y Pesca muestra un descenso en conjunto, y a valores comparables, de más de un 40 entre 1989 y 2004, y medido a niveles per cápita la diferencia es de aproximadamente un 48%.
Todo esto en un marco de continuada descapitalización de los activos tangibles e intangibles, producida por muchos años de tasas brutas de inversión que además de situarse entre las más bajas de América Latina, frecuentemente no han sobrepasado las tasas de amortización del capital fijo.
A ello se suman salarios deprimidos que como promedio mensual no alcanzan el equivalente a los 20 dólares; un salario mínimo que no llega a los 12 dólares; pensiones promedio inferiores a 10 dólares, y una pensión mínima de 8.20 dólares percibida por más del 50% de los jubilados.
Esta es una situación deplorable en un país donde un kilogramo de leche en polvo vendido por el Estado en las tiendas de divisas cuesta el equivalente 6.56 dólares. La precariedad, por supuesto, es fuente de la creciente corrupción que atenaza el país, junto a una constante pérdida de valores espirituales en la sociedad, que explica el alto nivel de personas encarceladas, en un gran porcentaje empujadas al delito por un sistema que bloquea la posibilidad de que el ciudadano pueda mantenerse a sí y su familia con el trabajo honesto.
Esta problemática pudiera comenzarse a resolver si se liberaran las fuerzas productivas, y las personas pudieran desarrollar sus iniciativas y deseos de progresar en un clima de transparencia y ética. Lamentablemente, el gobierno cubano se niega a establecer hasta mínimas reformas al caduco sistema que impide al hombre el derecho de vivir de su trabajo. En modo alguno ha existido en Cuba el principio de distribución según el aporte del trabajador.
Hoy se refuerzan las tendencias totalitarias y los controles burocráticos sobre la sociedad. Incluso los pequeños espacios abiertos a mediado de los años 1990 se cierran, incluido el limitado trabajo por cuenta propia. Algunos cambios introducidos por ciertos sectores reformistas del ejército en la vida civil, orientados a dar alguna flexibilidad a la gestión de las empresas estatales son suprimidos y los directores imposibilitados de adoptar las más mínimas decisiones como firmar un contrato sin contar con la aprobación de niveles burocráticos superiores. Esto incita a la inercia empresarial, con consecuencias aún peores para la eficiencia y la productividad del trabajo, lo cual se traduce en mayor pobreza, precariedad, bajos salarios y pérdida de valores sociales.
Ante esta situación, las autoridades sólo tienen una respuesta: la represión despiadada hacia los defensores de los derechos humanos, pero también hacia toda la población que trata de sobrevivir en esta jungla que ha devenido Cuba por el empecinamiento y el afán desmedido de algunas personas para mantener el poder absoluto a toda costa y a todo costo.
De este proceso se infiere que la revolución que tantos sueños generó en un principio, como quizás nunca otro proceso social lo hizo en toda la historia de Iberoamérica, desde hace muchos años fue liquidada y sustituida por un sistema de mando único en beneficio de un grupo de poder que no guarda relación con los intereses de los trabajadores y mucho menos de los campesinos, ya en vías de extinción. Una especie de capitalismo de estado, donde el ciudadano no tiene capacidad alguna para actuar sobre las decisiones estatales, donde se ha retrocedido extraordinariamente en el ejercicio de los derechos civiles y políticos, respecto a cualquier época pasada por funesta que haya sido. Un proceso que en modo alguno puede ser catalogado de revolucionario, sino de franca involución, en un momento cuando en el mundo se están produciendo transformaciones trascendentales.

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