Lech Walesa: «La Iglesia polaca apoyó las aspiraciones de libertad»

Entrevista realizada por Dagoberto Valdés

 

LiberPress- Encuentro en la red - 5 de junio de 2006-  A petición del Instituto Lech Walesa, Encuentro en la Red reproduce la entrevista que Dagoberto Valdés le realizara al mítico ex líder obrero y ex presidente de Polonia. Este trabajo iba a ser publicado inicialmente, en exclusiva, en el número 78 de la revista pinareña Vitral. Por motivos ajenos a la voluntad de su autor y entonces director de la publicación, finalmente no fue incluida.

En agosto de 1980 los ojos del mundo entero se dirigieron a Gdansk, donde la huelga de los obreros del astillero de Lenin forzó al gobierno comunista polaco a empezar las negociaciones con los huelguistas. ¿Cómo ocurrió eso? ¿Cuál fue el origen de la creación de Sindicatos Independientes Autogestionarios "Solidaridad"?

Como usted sabe, después del año 1939 nosotros caímos bajo la tutela soviética. De hecho, nunca lo aceptamos, pero como la guerra había desangrado nuestro país, no tuvimos fuerza suficiente para resistir. En los años cuarenta y cincuenta luchamos con armas en las manos, y destrozaron a esa gente. Después intentamos luchar a través de huelgas, manifestaciones en las calles, tirando piedras. Esto ocurrió en los años sesenta y setenta. También nos vencieron. Probamos a luchar con los jóvenes y estudiantes en 1968. También nos destrozaron. Pero así, aprendiendo de los errores, llegamos a una solución. No sabíamos nombrarla, pero habíamos aprendido muy bien que cuando nos organizáramos todos, había posibilidad de vencer al comunismo.

Organizarse era muy difícil, porque la Seguridad del Estado vigilaba todo y a todos, pero la solución y las ideas ya las teníamos, aunque no sabíamos cómo organizarlas bien. En este momento, la elección de Karol Wojtyla como el nuevo papa Juan Pablo II nos ayudó muchísimo.

Me olvidé de mencionar que en todo ese tiempo nos decían que no teníamos ninguna oportunidad, porque en Polonia había más de 200.000 soldados soviéticos, alrededor de Polonia más de un millón y que tenían armas nucleares. Quien tenga dos dedos de frente piensa que no debe incorporarse a ninguna lucha porque no hay oportunidad. Todos decían: "Esperemos, a lo mejor un día hay condiciones mejores". Así que no tuvimos un clima favorable para organizar nada más grande.

En los años setenta y ochenta preguntamos su opinión a los grandes de este mundo: presidentes, primeros ministros, incluso a reyes, y le tengo que decir que ni uno solo de ellos nos daba opción para escapar del sistema en que vivíamos, ni para cambiarlo. Nadie veía posibilidades. Sólo la guerra atómica como la salvación para cambiar el estatus quo. Así que todos sentíamos un estado de debilidad, sin perspectivas y sin ninguna fe en la victoria. Pocas personas, ni siquiera yo, buscaban alguna solución, algún cambio.

En ese momento recibimos un regalo en forma de Papa polaco, que un año después de su elección viajó a Polonia. Miles y millones de personas asistieron a las misas celebradas por Juan Pablo II. La nación despertaba. Los pequeños grupos disidentes, sindicatos independientes, organizaciones ilegales, como el Comité de la Defensa de los Obreros (KOR), fueron capaces de interpretar ese entusiasmo de la población, y dirigir ese fenómeno hacia las huelgas, negociaciones, lucha pacífica contra el régimen y hacia la victoria final. Así nació Solidaridad.

¿Cómo llegaba Solidaridad a la gente?

Sacando lecciones de los fracasos anteriores. Al principio de la huelga en el astillero de Gdansk dejamos libre el acceso pleno a periodistas y corresponsales, sobre todo a los extranjeros acreditados por entonces en Polonia. Quisimos que ellos participaran en la huelga y que vieran todo desde el fondo.

Sabíamos, por supuesto, que Occidente simpatizaba con nuestra lucha. Si nosotros hacíamos algunas cosas mal, ellos lo hacían bien. La propaganda y la difusión de la información sobre la huelga se dirigieron muy bien. Esa propaganda hecha para Occidente retornaba a Polonia a través de La Voz de América, Radio Europa Libre y otras emisoras. Y este fue un camino. El segundo, fue conformado por varios boletines oficiales y clandestinos, sindicales y no sindicales. Todos los medios funcionaron y todo servía a nuestra lucha.

La cuestión del logro de Solidaridad queda en un segundo plano, porque aquella huelga pronto se convirtió en una verdadera revolución popular. En este caso no había planes ni perspectivas. La gente ponía su alma y corazón en el asunto, había que captarlo y echarle una mano.

¿Cual fue el papel de la Iglesia Católica y de los laicos en el apoyo a la construcción de la sociedad civil en Polonia durante la época del comunismo?

Empezó por la cabeza de la Iglesia Católica, que despertó a la nación, le dio la fe y la nueva esperanza. Nosotros lo aprovechamos, y sucedió que diez años después, al fin, logramos vencer al comunismo. Podía haber ocurrido que el Santo Padre y las palabras dichas por él durante su primera visita a Polonia, en 1979, no hubieran cambiado nada, hubieran volado, o a lo mejor alguien las hubiera escrito para la memoria de las futuras generaciones, pero sucedió al revés. Convertimos en carne las palabras de Juan Pablo II: "El verbo se hizo carne". Todo ese proceso hay que mirarlo de esta forma. Sin verbo no hubiera habido carne, y sin carne no hubiera ocurrido la victoria final. En este punto, nada se puede separar.

Durante todo el período del comunismo en Polonia no puede separarse el papel de la Iglesia Católica de ciertos acontecimientos históricos. La Iglesia siempre ha apoyado las aspiraciones de la nación hacia la libertad. Diciendo Iglesia Católica, me refiero no a los muros de las iglesias, sino a la jerarquía junto a los laicos y los fieles católicos.

¿La jerarquía les apoyó también en 1980?

Sí. Esa jerarquía venía del mismo pueblo. En otros países puede ser traída del extranjero, pero aquí era nuestra. La Iglesia y el pueblo estaban tan unidos que, de otra forma, no habría sido posible.
 

El famoso escritor y reportero polaco Ryszard Kapuscinski, en su reportaje escrito desde el astillero de Gdansk en el año 1980, escribió sobre la huelga de ustedes: "Quien trata de reducir el movimiento de la Costa sólo a los asuntos salariales o al mejoramiento de la situación material, no entendió absolutamente nada. El motivo principal de la huelga de los obreros fue la dignidad del ser humano". En cambio, el general Wojciech Jaruzelski, en la entrevista para Vitral publicada en agosto del año pasado dijo: "21 puntos proclamados por Solidaridad se resumían así: nosotros trabajaremos menos y ganaremos más". ¿Está usted de acuerdo con la opinión del general Jaruzelski?

 Los políticos, los revolucionarios, tienen que recordar una cosa: que igual que los entrenadores deportivos, no pueden comenzar sus entrenamientos por las mayores cargas. Si lo hacen de esta forma, sólo van a desanimar a sus entrenados. Por eso las cargas y tareas, igual que las demandas, hay que ubicarlas en la situación de contexto. Por supuesto que nosotros, al comenzar la huelga, reclamamos la reintegración al trabajo de la activista Anna Walentynowicz y el aumento de los salarios. ¿Qué íbamos a reclamar, sindicatos independientes y el derrocamiento de la Unión Soviética? ¡Bromas aparte!

Por eso, cuando todo se refuerza, cuando se logran las victorias pequeñas, entonces hay que incrementar la carga. Añadir un peso pequeño, grande, y más grande al final. Aquí todo depende de los entrenadores, de los líderes revolucionarios: si lo hacen bien, de forma gradual, ganan; si sacan demasiado peso desde el inicio, pierden.

Nosotros sabíamos muy bien que el enemigo era muy difícil, por eso tratamos de graduar el peso, para poder ganar al final. Entonces, si el general Jaruzelski dijo que los 21 postulados que proclamamos durante la huelga tenían un componente salarial fuerte, no estaba mintiendo, sólo que se refería a la primera fase.

En la primera fase de la huelga las gentes tenían que sentir que ganarían más. Después, cuando lo hablamos entre nosotros, empezamos a incrementar el peso de nuestros reclamos. Quisimos hacer esos 21 postulados de tal forma que captaran la atención del mayor número de personas y, al mismo tiempo, evitar las situaciones y los errores que cometimos diez años antes, cuando nuestra lista de demandas tenía 2.000 o 1.800 puntos.

Entonces las autoridades nos decían: "compañeros, ya cumplimos 1.500 demandas, sólo quedan 100 que no podemos cumplir". ¿Y qué? Nada, porque esas 100 que no cumplían eran las más importantes para nosotros. Por eso, teniendo esa experiencia en la memoria, hicimos todo para reducir el número de nuestras demandas. Así pudimos vigilar la realización de las mismas, y a la vez atraer a más gente. Esta es la técnica de la lucha revolucionaria. Por eso no entiendo por qué el general Jaruzelski no mencionó la segunda fase de nuestra lucha. ¿Por qué si sólo queríamos "trabajar menos y ganar más" fuimos más adelante, y al final contribuimos al derrocamiento de la Unión Soviética?

31 de agosto de 1980. El acuerdo firmado entre el Comité Inter-Empresarial de Huelga y la Comisión Gubernamental pone fin a la huelga y permite la creación de Sindicatos Independientes y Autogestionarios "Solidaridad". ¿Cómo es que, sólo seis meses después, ustedes contaron con 10 millones de miembros?

Sucedió porque los 21 postulados del Comité Inter-Empresarial de Huelga en Gdansk dejaban ver el interés por ellos a los 10 millones de miembros. Estos diez millones de personas se identificaron con nuestros postulados y con nuestra lucha. La gente se incorporaban a Solidaridad porque veía la esperanza y el potencial de satisfacer sus aspiraciones. Las personas que se incorporaron a nuestros sindicatos podían clasificarse en personas que veían sólo el interés material, otros que veían en ello interés político y quienes veían intereses diferentes.

¿Qué significa eso? Que como los entrenadores, los líderes revolucionarios, encontramos la propia carga de trabajo y la propia estrategia. Lo planificamos todo de tal forma que nada se derrumbó; al revés, tuvo la fuerza de atraer masas.

Muy bien, pero, ¿de dónde salen los entrenadores revolucionarios, como usted les llama?

Aquí las repuestas pueden ser diferentes. Normalmente, en cada grupo, en cada círculo de personas, después de unos cinco o diez años crecen los líderes informales. Si trabajas junto a un grupo de personas de forma natural durante un tiempo, crecen autoridades. Cuando ellos dicen algo, los demás lo hacen. Cuando ellos se niegan a hacer algo, los demás también se niegan. Así nacen los líderes informales. En los años ochenta, los líderes naturales derivaron de las personas que resistían la dominación comunista, o los que eran más honestos que los demás. Ellos tenían esa "autoridad no escrita", y nosotros pudimos contar con esa gente, e incorporarles a nuestra lucha.

El llamado "Carnaval de la Solidaridad" duró 14 meses. Solidaridad contó con más miembros que el propio Partido Comunista. El día 13 de diciembre de 1981, el general Jaruzelski declaró el Estado de guerra, no previsto en la Constitución, en todo el territorio nacional de Polonia. ¿Por qué las autoridades violaron el acuerdo firmado en el astillero de Gdansk?

Voy a explicarlo de una forma muy simple. En aquel tiempo, el sistema comunista trabajó como un mecanismo de ruedas dentadas, donde todas las ruedas giraban hacia la misma dirección, a la izquierda. Entonces, Solidaridad añadió a este mecanismo una rueda dentada pequeña, que giraba hacia otra dirección, a la derecha. Así, la única solución era: o la rueda pequeña va a destruir todo el mecanismo, o el mecanismo va a destruir a la rueda pequeña. La Ley Marcial fue un intento de destruir la rueda pequeña.
 

Durante la Ley Marcial, la Seguridad del Estado hizo un gran esfuerzo para desacreditar a los líderes de Solidaridad, sobre todo a usted. La televisión fabricó un montón de materiales que "comprobaban" la explicación oficial del general Jaruzelski, que acusaba a Solidaridad de prepararse para la confrontación armada con el gobierno. El 13 de diciembre de 1981, usted fue detenido junto a miles de activistas de solidaridad. ¿Cómo sobrevivió Solidaridad a la Ley Marcial?

Nosotros tenemos un dicho en Polonia: "tanto va el cántaro al agua, que al final se quiebra". Igual ocurrió en este caso. En la época de la Ley Marcial, cuando los comunistas atacaban a un opositor, a un miembro de Solidaridad en los medios oficiales, la población rechazaba ese ataque y no creía en la versión del gobierno. Todos sabíamos muy bien que la televisión y el gobierno mentían.

Asimismo fue mi caso, cuando la Seguridad del Estado y el gobierno lanzaron la campaña de repudio contra nosotros, acusando a los miembros de Solidaridad de ser agentes de la CIA, contrarrevolucionarios, ladrones, etc. Métodos antiguos, propaganda sucia que el gobierno usaba muy a menudo contra disidentes, opositores, Solidaridad, laicos. En algunos casos fue efectiva, pues lograron destruir psicológicamente a algunas personas. Pero hay que recordar también que la propaganda negra funciona hasta un cierto momento, después se vira contra quien la está usando, contra quien está manipulando y engañando a la población.

En el año 1983 le premiaron a usted con el Nobel de la Paz por su lucha pacífica y por la creación de la primera organización sindical independiente en el bloque comunista. Esta noticia fue muy buena para toda la gente de Solidaridad. ¿Por qué no viajó usted a Oslo para recibir el premio en persona?

Yo estaba luchando en cada posición. Traté de usar cualquier espacio y cualquier oportunidad para levantar nuestra lucha y captar la atención del mundo. Aproveché la oportunidad, y dije que no viajaba a Oslo para recibir el Premio Nobel porque tenía miedo que el gobierno no me dejara entrar al país, al regreso. Quizás me hubieran dejado entrar, pero desde el punto de vista estratégico era mejor para nuestra causa que yo no fuera, porque de esta forma pude decir y mostrar al mundo la malicia, la suciedad del sistema.

También sabía muy bien que si el gobierno me hubiera dejado salir y regresar, todo el proceso no hubiera sido fácil. Ellos siempre buscaron la oportunidad para humillarnos. Entonces decidí mandar a mi esposa Danuta a Oslo para asistir a la ceremonia de entrega del Premio Nobel, porque a ella, siendo la madre de los niños, ama de casa, no le podían negar el regreso al país.

De esta forma gané, tanto como pude, para Solidaridad y para nuestra lucha. Perdí sólo el esplendor de la entrega del premio, pero eso no me importaba en aquel tiempo. Después asistí a otras ceremonias y todo se compensó y equilibró (Risas).

En el año 1988, Solidaridad sigue siendo deslegalizada, sin embargo, usted, llamado por el gobierno "el ciudadano ordinario", recibe la invitación a la reunión con el general Czeslaw Kiszczak, la segunda persona del gobierno comunista polaco. ¿De qué habló usted con el general, el ministro de Asuntos Interiores y el jefe de la Seguridad del Estado?

Francamente, ya no recuerdo. Nunca iba a ninguna reunión solo. Siempre nuestro acuerdo fue que durante las reuniones con los representantes del gobierno estuviera presente alguien más, normalmente un sacerdote, como intermediario. Sabíamos que el gobierno nos trataba de manipular, engañar, y yo siempre adoptaba una actitud positiva, para ganar cualquier espacio, cualquier tema, cualquier argumento contra el gobierno. En las reuniones con los representantes del gobierno, estaba muy enfocado. La concentración también hace a uno olvidar las cosas más rápido. ¿En qué me concentré yo en aquel tiempo? Sobre todo en que no me engañaran, por eso fui a la reunión con el sacerdote…

Usted me pregunta por qué el general Kiszczak quiso hablar conmigo. Ellos llegaron a la conclusión de que nosotros estábamos debilitados y marcados por la Ley Marcial. Pensaron que nosotros íbamos a llegar a un compromiso que les permitiera engancharnos en la órbita del poder, dando al gobierno una nueva credibilidad y posibilidad de resolver los problemas económicos del país. Ellos querían dejar a Solidaridad un pedazo del poder virtual, y después dejar en el gobierno a "los obedientes" y remover a los "desobedientes". Esta fue la filosofía del gobierno: enganchar, utilizar y escupir.

En cambio, la mía era la siguiente: dennos un poco de espacio para poder meter un zapato obrero entre la puerta y el marco, y ya no vais a poder cerrarla. Sentía que, con el tiempo, íbamos a ganar todo lo posible. Durante la reunión con el general Kiszczak se acordó que el gobierno y la oposición democrática se sentaran en la Mesa Redonda y negociaran un compromiso para el bien común de nuestro país.

Acordé con mis colaboradores que, durante las negociaciones de la Mesa Redonda, las decisiones finales las tomaría yo. Entonces, mi estrategia consistió en luchar por los asuntos fundamentales para nosotros, tales como la legalización de Solidaridad, la libertad de los presos políticos, el acceso al espacio mediático oficial, permiso para publicar nuestro periódico, las elecciones al Parlamento. Mientras tanto, hicimos muchos compromisos con el gobierno en otras esferas. Así logramos llevar nuestra lucha por la libertad a un nivel más elevado. Esa fue mi filosofía.

Entonces, ¿la Mesa Redonda fue sólo una etapa de su estrategia?

¡Exactamente! La Mesa Redonda, hay que decirlo hoy día, fue un compromiso imperfecto, malo, prácticamente perdido, desde nuestro punto de vista. Los gobernantes contaban con nuestra falta de experiencia, pero yo sabía también que, según la máxima vieja "divide et impera", en el paso siguiente íbamos a ganar mucho más.
 

¿El paso siguiente fue la presidencia?

Sí, para poder salvar la idea inicial, para introducir un sistema democrático verdadero después de la Mesa Redonda, tenía que ser nombrado presidente. En la Mesa Redonda nosotros aprobamos el compromiso de que el general Jaruzelski fuese nombrado el primer presidente del país y que mantuviese el control de los tres ministerios clave: Interior, Exteriores y Defensa. De esa forma, no pudieron iniciarse los cambios profundos. Por ello tuve que acelerar, pero no muy fuerte, para que "el hormigón" del partido comunista no se asustara, y no introdujera el Estado de guerra una vez más.

Por otro lado, también quise hacer caer al General de la presidencia, porque a la mayoría de los polacos les parecía inaceptable que él fuera el primer presidente de la nueva Polonia. Entonces, mucha gente simplemente lo odiaba.

Como consecuencia directa de la Mesa Redonda, el 4 de junio de 1989 se produjeron las primeras elecciones parcialmente libres a la Cámara Baja del Parlamento y plenamente libres al Senado, después de 45 años de comunismo. Todos los candidatos de Solidaridad que se presentaron en las elecciones tenían en sus carteles electorales la foto suya. Todos ganaron los estancos en la Cámara Baja, y todos, menos uno, entraron al Senado. La derrota electoral fue un choque para el Partido Comunista. ¿Ese momento se puede considerar como el fin del comunismo en Polonia?

No. La victoria de Solidaridad y de la oposición democrática en las elecciones fue un paso hacia el fin del comunismo. La transición democrática acababa de empezar y la situación todavía era reversible si no retomábamos la presidencia y los ministerios clave que tenía bajo su control el general Jaruzelski. ¿Por qué? Porque aquel acuerdo contó con que nosotros hiciéramos el trabajo peor, más duro e impopular.

Renovemos el sistema con la pintura fresca y la gente empezará a expresar su descontento diciendo: "mira, hicieron reformas económicas duras, privatización, y ahora estamos peor que durante el comunismo". Ellos quisieron hacer con nuestras manos el trabajo doloroso, como las reformas hacia la economía del mercado libre. Quisieron que la gente mostrara su descontento y nos echara la culpa por empezar las reformas. Ellos sabían muy bien que era preciso hacer lo que hicimos nosotros, pero ya no tuvieron el respaldo de la nación. Sabían también que el sistema de la economía socialista había fracasado completamente. Así que su plan fue muy fino.

La toma de la presidencia les desbarató sus proyectos, y les dejó en una situación muy grave. Aquellas condiciones en el comienzo de la transición y, sobre todo, el plan de los comunistas, fue muy malicioso. Tan malicioso, que por poco nos ganan.

En el año 1992 usted fue nombrado el primer presidente de la República de Polonia elegido en las elecciones libres. ¿Cómo evalúa el balance de su presidencia?

Todo era muy importante. Participé en la cadena de los asuntos, fui uno de los actores principales. Si sacamos un eslabón de la cadena, ésta deja de existir. Me parece que no debo ser yo quien evalúe mi presidencia, sobre todo por ser persona que controlaba esa cadena. Todos pueden, menos yo.

Desde el inicio de la transición en Polonia, todos los miembros del Partido Comunista tenían plenos derechos para participar en la vida pública. Tadeusz Mazowiecki, el primer ministro posterior al gobierno comunista, en su primer discurso ante el Parlamento democrático, afirmó que había que trazar una línea gruesa entre el pasado y el presente. ¿Fue un error la famosa política de "línea gruesa"?

En aquel momento no estaba de acuerdo con Mazowiecki, ponía en duda su decisión. Ahora sé que "la línea gruesa" fue la única solución. Decía: "Señores, muchos creyeron en el comunismo, muchos se incorporaron al sistema por su ingenuidad u oportunismo; no importa. Mientras usted no cometa un crimen, es bienvenido a trabajar por el bienestar de la patria libre. Si usted fue un criminal, entonces sí que tiene de que preocuparse".

Eso decía la política de "la línea gruesa". Si nosotros hubiéramos hecho lo mismo que hicieron los americanos en Irak, si hubiéramos cambiado todas las estructuras políticas, los militares del Estado, el propio partido Baas, nunca hubiéramos sido capaces de arreglar la situación. Si hubiéramos lanzado acusaciones, en un ambiente de revancha político-histórica, hubiéramos tenido la Guerra Civil y no hubiéramos logrado nada. Por eso, la "línea gruesa" era imprescindible para continuar la transformación pacífica. Si alguien no comprende esto, no va a comprender nada.
 

Jacek Kuron, un veterano de la oposición democrática, fundador del Comité de Defensa de los Obreros (KOR), el autor del lema "no quemen los Comités de Partido, establezcan los suyos", y que pasó en las cárceles más de nueve años, a finales de los años noventa, expresó su profunda desilusión al ver la dirección de la transformación económica de Polonia después de 1989. Según Kuron, las reformas económicas y la política liberal que se aplicaron "sin anestesia", excluyeron a demasiadas personas, dejándolas en la pobreza. ¿Cree usted que se pudieron reducir los costes sociales de las reformas en aquel tiempo?

No, no lo creo. En los años ochenta muchos miembros del Partido Comunista, que después ocuparon puestos importantes, se graduaban en las universidades de la Europa Occidental, e incluso, estadounidenses. Ellos sabían perfectamente que el sistema socialista tenía deformaciones y defectos inamovibles, y que el sueño del comunismo se había acabado. A la vez, les hubiese gustado mantener el poder y hacer las reformas necesarias, pero no tuvieron el respaldo social.

El comunismo duró en Polonia demasiado tiempo, más de 45 años, y cambió profundamente nuestra mentalidad. Ahora puede debatirse si todos los cambios eran negativos o si algunos eran positivos. No sé. De todas formas, la salida del comunismo fue muy difícil. Recuerden, por favor, que entonces nosotros dependíamos de la URSS. Existía el CAME, u otras formas de cooperación entre países socialistas. Cuando empezamos la transformación y, sobre todo, cuando cayeron la Unión Soviética y el CAME, nosotros prácticamente perdimos todos nuestros mercados. Esperábamos que Occidente entrara pronto y llenara el vacío económico, pero no fue así. Los costos de la transformación económica sí fueron muy altos.

La verdad es que no estábamos preparados para la transición, no tuvimos recursos humanos, programas. Los comunistas que se convirtieron en socialdemócratas, saboteaban la transformación. Mirando todo desde este ángulo, hay que decir que, de todas formas, hicimos un gran trabajo.

Claro que la generación mía pudo no empezar nada en 1980. Hubiéramos salido del país, emigrado al extranjero, nos habríamos acomodado dentro del sistema, y habríamos cedido la lucha contra el comunismo a nuestros hijos y nietos. Sí, lo pudimos hacer. La pregunta es: ¿ellos lo hubieran hecho mejor sin tener ni idea del capitalismo ni de la democracia, y sin tener al Santo Padre? En mi opinión, nuestra generación era la última que pudo de verdad buscar los cambios, salir de ese sistema absurdo, de forma pacífica, sin violencia y sin sangre. ¿El capitalismo es bueno? No, ¡no me gusta el capitalismo!, pero no hay un tercer camino. El comunismo no funcionó ni en un solo país. El capitalismo, a pesar de que puede tomar la forma de "capitalismo salvaje", sí funcionó en algunos países. ¿Por qué entonces no puede funcionar en Polonia?

Sin embargo, después de 1989, muchos polacos mostraron su descontento hacia el capitalismo. ¿Fue la impotencia arraigada muy profundamente en la mentalidad, después de 45 años de comunismo, o la nostalgia por el sistema anterior lo que no dejó a muchos incorporarse plenamente al capitalismo?

Pues yo también echo de menos el comunismo. Es decir, lo echo de menos en el sentido de que me gustaría tener 20 años. Desgraciadamente tenía esa bajo el comunismo. Mucha gente siente nostalgia por volver a la época de la juventud, cuando bailaba, salían con chicas… Y esto lo echo de menos yo también. Pero, porque todo eso lo viví en pleno comunismo, alguien puede interpretar mal y decir que tengo nostalgia del sistema anterior. ¡No, no la tengo!

Hay que ver también la otra cara de la moneda. La gente se puede dividir entre los activos y los pasivos. Durante el comunismo, el sistema cuidaba mucho más a los pasivos, organizándoles vacaciones gratuitas, tiempo libre, el trabajo…, y ellos sí estaban contentos. El nivel de vida era muy bajo, pero todos teníamos más o menos lo mismo.

Ahora, cuando entra el "maldito capitalismo", el margen de la libertad económica crece y la gente activa enseguida emprende negocios, mejorando su nivel de vida. Esto crea divisiones económicas visibles. Las divisiones también existían en el sistema anterior, pero eran escondidas. Todo eso causa envidia y repugnancia hacia los que tienen éxito. La gente piensa de esta forma: "¿Cómo es posible que hace poco todos vivíamos en la pobreza compartida, y ahora mi vecino se hace empresario y se compra una fábrica?". ¡Porque se arriesgó!

Hay que recordar también que nosotros hicimos un salto increíble sin tener prácticamente ninguna experiencia previa. Transformar el sistema del comunismo al capitalismo, en un solo año, es una cosa muy grande. Los primeros años eran muy difíciles, terribles, muchos ganaron dinero de forma deshonesta. ¿Se pudo hacer de otra forma? No. Partiendo de la posición de la que partíamos nosotros, no era posible hacerlo todo de forma ideal. Uno aprende también con sus errores. Es imposible hacer todo en el primer paso.

Se puede decir que usted también fue víctima de los costos sociales que trajeron las reformas económicas. En 1995, usted, la leyenda viva de Solidaridad, pierde las elecciones presidenciales contra el candidato "socialdemócrata", ex comunista, Alexander Kwasniewski. Su pérdida electoral, ¿fue el resultado de un voto de desconfianza de la población, o fue por la nostalgia del comunismo?

No sé si se puede definir mi pérdida electoral con estos criterios. Después de mis cinco años como presidente, me sentía bastante seguro ante las nuevas elecciones presidenciales. No contaba con la posibilidad de perder. Kwasniewski fue el ministro de Deporte en el último gobierno comunista antes de 1989. Era un candidato joven, preparado, como muchos miembros del partido de su generación, pero tachado de oportunista por su participación en el sistema del poder comunista en su fase de agonía.
 

Nosotros menospreciamos a los "nuevos socialdemócratas", ex comunistas, y sus ganas de regresar al poder. Personalmente creo que su presidencia fue una pérdida para Polonia, una oportunidad no aprovechada. Ahora, la cuestión de mi pérdida. Sí, perdí las elecciones, es cierto, pero las perdí ante la democracia. Fue la tremenda lección para todos nosotros, porque comprobamos que la democracia tiene sus propias reglas, y hasta un gran líder de la revolución pacífica puede perder contra un desconocido representante del ancien régime, si cuenta con malos argumentos.

Perdí ante el sistema democrático, respeté la decisión de la mayoría y, en consecuencia, vencí. Claro que pude haberme atrevido a tomar el papel de un jefe, de un caudillo. Pude haberme atrevido a tener el poder que tiene Castro, Lenin o Kim Il-Sung. Pude hacer el papel de comandante en jefe. Esto es muy, muy fácil. El problema es que a ellos les parece que ahora están ganando, y que yo perdí. No es verdad, ellos perdieron y yo estoy ganando cada año, porque no perdí la guerra, sino una batalla. Ganó la democracia.

En 1990, como tercer extranjero en la historia (después de Lafayette y Winston Churchill), usted habló en el Congreso de EE UU. ¿Cuál fue el papel de EE UU en el proceso de apoyo a Solidaridad? ¿Cree usted que el embargo puesto a Polonia por la administración de Ronald Reagan, después de la Ley Marcial, aceleró los cambios en Polonia?

Hay que aceptar y tratar de utilizar cada apoyo. Eso no significa que cada apoyo no tenga sus más y sus menos. Hay que ser flexible y observar cómo cambia la realidad. El apoyo y reconocimiento internacional que tuvimos nos ayudó muchísimo, también el apoyo estadounidense. Sin embargo, no olvidemos que EE UU no lo hacía desinteresadamente. Por ejemplo, en los años ochenta, casi todos los aviones en el aeropuerto de Varsovia eran soviéticos. Ahora, la mayoría, están hechos en EE UU.

Mi punto de vista es que los americanos siempre han sabido, y saben hacer buenos negocios. Los hicieron aquí también. Recordamos el apoyo estadounidense, lo estimamos, pero a la vez, recordamos que ellos nos traicionaron y abandonaron en 1945. Recordamos que, por la política de Roosevelt, caímos en manos de Stalin. Sin embargo, sacamos buena lección del refrán que dice: "si te ayudas a ti mismo, los demás también te van a ayudar". Hoy día les agradezco a los americanos su apoyo y ayuda, pero para mí siempre cuenta más el interés de mi patria.

Usted está viajando mucho por todo el mundo dando conferencias, compartiendo su experiencia. Estuvo también muchas veces en distintos países de América Latina. ¿Qué opina sobre el giro a la izquierda en Latinoamérica?

La demagogia y el populismo tienen mucho éxito bajo ciertas circunstancias. El comunismo y todos los movimientos izquierdistas ponen en sus banderas la lucha contra la injusticia humana que predomina en muchas partes del mundo. Dicen que van a resolver los problemas, y que cuando ganen el poder, todo mejorará. Sin embargo, al ganar el poder político, no resuelven nada.

Me parece que, tanto los movimientos izquierdistas como el comunismo, tienen dos características: Les interesa sólo el poder político, no la justicia humana; y al ganar el poder, les interesa sobre todo cómo mantenerlo. La demagogia, el populismo, tienen una fuerza muy poderosa; ambos son más operativos y efectivos en la lucha política. Sin embargo, no pueden ser utilizados para gobernar un país de modo estable y democrático.

Hay que preguntarse también: ¿qué significa la izquierda hoy día? Creo que hace falta redefinirla en el siglo XXI. Antes, la definición era muy clara, con dos ejes de división: falta de fe cristiana ("no creo en Dios") y la propiedad estatal como el medio de producción predominante.

Volviendo al contexto latinoamericano, me parece que no es la izquierda la que esta luchando allí, sino la gente perjudicada, humilde, que busca la justicia social. Al mismo tiempo, esa gente no tienen ni idea lo que se esconde detrás del término "izquierda", y los demagogos pueden manipularlos fácilmente.

¿Qué diría usted a los lectores cubanos de esta entrevista?

Todas las experiencias son distintas. No existe un modelo de transición universal. Cada país y sus ciudadanos deben buscar su propio camino. Sin embargo, hay que recordar que el ser humano tiene la potencialidad para cambiar él mismo y cambiar su entorno. Tiene poder para librarse del miedo. En este contexto, es muy importante la educación y responsabilidad cívicas.

¿Qué más diría? ¡Que no pierdan la fe!, que piensen en las actividades cívicas, que no duden de que a su patria le espera una gran redefinición y que se incorporen cuando haya oportunidad para incorporarse.

 

 


 

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