Cita: Cuéntale a Luzárraga y a todo el que tu quieras, que la última postal de hostigamiento que me han puesto en el pasillo de mi casa es un papel verde que yo no he podido leer bien, pero defendiendo el libro ‘Vamos a Cuba’ desde aquí, pusieron dos uno frente a la puerta de mi casa y otro en la parte de afuera del pasillo, deja ver si los puedo retratar, porque no quiero que piensen que tengo el menor interés por esas boberías. Ahora bien, lo que te puede asegurar, que nadie que lo lee sabe de que se trata, porque el pueblo no esta en el 'inside' de lo que esta pasando con el libro en Miami, pero lo que es muy singular que conviertan el libro en una forma de hostigamiento hacia mi persona. Esos son los perdedores comunistas. Saludos afectuosos. MBR.” (Marta Beatriz Roque)

 

 

El caso del Libro: La Izquierda Americana Ataca de Nuevo al Exilio

Por: Alberto Luzárraga

 

Hechos: Un padre cubano ex prisionero político examina un libro llamado “Vamos a Cuba” que su hija trae de la biblioteca de la escuela y descubre que pinta una sociedad inexistente donde los niños viven como en cualquier país libre y omite que existe el requisito forzoso de formación doctrinaria comunista. El padre, exige que se retire el libro de la biblioteca por presentar datos falsos. Se examina el libro por una comisión convocada al efecto, que en su mayoría no habla español, y ésta decide mantenerlo. Se apela a la Junta Escolar que decide retirarlo. La ACLU (ONG de Derechos Civiles de tendencia izquierdista) pone pleito alegando que el libro no debe ser retirado ya que ello atenta contra la primera enmienda de la constitución que garantiza la libertad de expresión.

Hasta aquí los hechos. Lo que me llamó fuertemente la atención fue una entrevista hecha por la BBC entre una abogada de la parte contraria y el padre de la niña. La abogada destilaba vitriolo y acusó al padre de la niña de mentir porque el libro según ella no era para primaria sino para escuela media (lo cual se contradice en la auto descripción del libro) y después de darse golpes de pecho anunciando que había defendido a la comunidad cubana en otras ocasiones calificó el incidente de ridículo y planteado por motivos políticos. Una vez desahogada su ira aseveró que la acción de la junta era inconstitucional pues violaba jurisprudencia de la Corte Suprema y que un libro una vez que entraba en una biblioteca ‘ahí se quedaba’.

Veamos que hay de cierto en todo esto. En primer lugar decir que los libros son inamovibles es una tontería que choca con el sentido común. Entran en una biblioteca porque alguien los escogió y si hubo error en ello porque son inadecuados para la enseñanza, o se vuelven obsoletos, deben salir y en efecto salen de las bibliotecas. Esto pasa a diario en cualquier escuela como cuestión de rutina. A veces la rutina se altera porque un padre de familia protesta contra un libro y ello es caso común. Entre 1990 y el 2000 han existido 6,000 casos de ese tipo según datos de la Asociación de Bibliotecarios Americanos. Recientemente (1/29/06) durante el mes de historia negra un libro fue retirado en Absecon N.J. porque contenía una alusión racial denigratoria y se estimó que los niños no tenían madurez para entenderlo. La Junta de Educación aprobó su retiro y el Superintendente de Escuelas estuvo de acuerdo. Que sepamos no hay pleito pendiente de la ACLU en este caso. Claro que era una discriminación que chocaba a la ACLU (estamos de acuerdo en este caso) pero nos llama la atención que la que se estila contra los cubanos aparentemente no les provoca esa reacción sino la contraria. Aparentemente acusar a los cubanos de censores que repiten lo hecho por dictadores totalitarios se vale. Y peor, tener el mal gusto de decírselo a un padre ex prisionero político.

Se alega que la primera enmienda rige y como prueba se aduce una sentencia de la Corte Suprema. El caso aducido es Island Trees School District v. Pico (1982) donde se retiraron 9 libros por ser, según la junta, ‘antiamericanos’ ‘sucios’ y ofensivos en general.’ Una comisión examinó los libros y recomendó mantener unos y retirar otros. La Junta no aceptó la recomendación. Un estudiante demandó, perdió en primera instancia ganó en apelación y el asunto acabó en la Corte Suprema que ratificó 4 contra 3 la decisión de la Corte de Apelaciones. Pero el razonamiento de la mayoría de 4 sólo fue suscrito por tres. Uno de los magistrados se abstuvo de opinar sobre el fondo y simplemente ratificó sentencia del tribunal inferior.

La mayoría se basó en lo siguiente. 1-La recomendación hecha por la comisión fue rechazada por la Junta Escolar sin dar buenas razones. 2- La libertad de expresión se nutre de la posibilidad de tener información disponible. 3- No se puede imponer una ortodoxia del pensamiento en una democracia.

No obstante reconoció que la Junta Escolar tiene derecho a determinar el contenido de sus bibliotecas pero no puede hacerlo con la intención de suprimir ideas. Suprimir ideas equivaldría según el ponente, magistrado Brennan, a imponer una ortodoxia pensante. La decisión debe basarse en que el libro en cuestión sea adecuado para conseguir un fin educacional.

El razonamiento de que la libertad de expresión se nutre de la de información es correcto. Pero no hay censura oficial si el autor es libre de publicar y si el libro se puede consultar y adquirir en cualquier biblioteca o librería. La libertad de expresión no se nutre solamente de las ideas adquiridas en una sola biblioteca. Si fuera así llegaríamos a la conclusión absurda de que cualquier libro que no fuese adquirido estaría censurado.

Por otra parte hay que distinguir entre imponer una sola idea y escoger material didáctico. La educación consiste precisamente en escoger y los padres tienen su perfecto derecho a participar y opinar, particularmente si el material en cuestión está plagado de errores. No hay nada siniestro en ello. No hay ortodoxia pensante si se permite la discusión y si se comparan los datos ofrecidos por el libro, con la realidad, para ver si calzan o no, con ésta. Lo que sería heterodoxo es no hacerlo y afirmar que el libro ‘ahí se queda porque entró’. ¡Que razón tan poco razonable! En verdad, suena a ortodoxia del pensamiento

En una escuela secundaria sería muy razonable que los alumnos de una clase de ciencias sociales tuvieran a su disposición, El Capital de Marx, Las obras de Mussolini, y aun Mein Kampf siempre que junto a esto estuvieran los Federalist Papers, John Lock, Montesquieu. Patrick Henry etc. Sería razonable también que estuvieran reservados para estudiantes de cierta edad o los que toman ciertos cursos. A menudo se encuentran en secciones de pura referencia no asequibles a todos. Ello no es ortodoxia, es prudencia educativa y sentido común.

En el caso que nos ocupa las circunstancias son claras: 1- El libro está plagado de errores y omisiones garrafales. No es apto para cumplir su cometido educativo. 2-La comisión que lo revisó era incompetente. 3- No se trata de imponer ningún criterio sino precisamente lo contrario: no dejar que se impongan indirectamente en la mente de un niño ideas tan erróneas que patentemente representan una ortodoxia impuesta en forma sinuosa y con disimulo.

En Cuba los niños tienen que clamar a diario: ¡Seremos como el Che! Los maestros cubanos están en la obligación según el Código de la Niñez y la Juventud (Art.3) de promover los valores ideológicos del comunismo. (Art.5) De vigilar que todas las personas que tengan contacto con el niño contribuyan al desarrollo de su personalidad comunista. Además: Art. 8 “La Sociedad y el Estado trabajan para la protección eficiente del niño ante toda influencia contraria a su formación comunista”. No contentos, determinan en el Art.23 que los estudiantes acceden a grados superiores tomando en consideración sus notas y actitud política. El estudiante además está sujeto al llamado expediente acumulativo donde se consigna no sólo su actitud política sino también la de su familia. Y para colmo la Constitución castrista remacha todo lo anterior y declara punible toda actividad contraria los principios marxistas (Art.62).

El magistrado Brennan si viviera aún, leería sin duda todo lo anterior con asombro y repugnancia. ¡Es un caso clásico, patente y desvergonzado de ortodoxia forzosa del pensamiento! No mencionarlo en el libro de marras es una omisión sospechosa de intención adoctrinadora. La intención por cierto fue un asunto que también preocupaba a Brennan en su sentencia.

Los abogados de la Junta Escolar deberían acompañar a su alegato estos textos y otros más que no citamos en aras de la brevedad. La ACLU debería leerlos y desistir de su absurdo caso. Dudamos que lo haga. Una vez comprometidos, el ‘orgullito’ se interpone en el camino de la justicia.

El caso está sub-judice. Debería ganarse. Cualquiera que sea el resultado es importante luchar por la verdad y la justicia. Y también, saber a que atenerse y cual es la realidad: la izquierda americana nos detesta tanto, que actúan primero y piensan después. Ello es síntoma de que estamos en buen camino.