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Albert Einstein en los Almacenes El Encanto de la Habana

 

El día y medio de Albert Einstein en La Habana

 

 

Albert Einstein, Premio Nobel de Física y el científico más importante del siglo XX, visitó fortuitamente La Habana el 21 y 22 de diciembre de 1930. Su estancia en la capital se debió a que el Belgenland, barco en que viajaba desde la ciudad holandesa de Amberes, hizo escala en el puerto de La Habana antes de cruzar por el canal de Panamá con destino a la ciudad de San Diego, en la costa norteamericana del Pacifico. En este último lugar lo recibiría Edwin  Hubble, director del Instituto Tecnológico de California, para que perfeccionara su famosa Teoría General de la Relatividad en el observatorio del Monte Wilson, el mayor y más potente telescopio del mundo en aquel momento.


 

 

 

Único retrato de estudio hecho en Cuba de Albert Einstein por Gonzalo Lobo, fotógrafo de “El Encanto” el  21 de diciembre de 1930.

 

 La alegría de los científicos cubanos de conocer y dialogar con el más notable de los físicos de todo el mundo era tan grande como la preocupación que  tenían por la tensa situación social y política que vivía Cuba. Eran tiempos en que el General Gerardo Machado, apoyado por sus enriquecidos partidarios, las fuerzas represivas y el apadrinamiento del gobierno yanqui, había prorrogado su mandato presidencial convirtiéndolo en una cruel dictadura. El descontento popular crecía y los estudiantes y revolucionarios  se organizaban para enfrentar valientemente a aquel odioso y sangriento régimen. Hacía pocas semanas que en una protesta popular contra el gobierno las balas de la policía habían asesinado a Rafael Trejo, uno de los líderes universitarios más queridos y para colmo la Universidad acababa de ser clausurada por decreto presidencial. 


Einstein con su sombrero de Jipijapa  en la entrada de la Academia de Ciencias rodeado por varios académicos.
Foto: Rafael Pegudo.

Los dirigentes de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y de la Sociedad Geográfica de Cuba trataron de hacer todo lo posible para disimular aquella realidad y darle el tratamiento que correspondía a tan distinguida y singular personalidad.  A las ocho de la mañana del día 21 abordaron el barco para darle la bienvenida. También decenas de periodistas.

Einstein agradeció el saludo de los académicos, dijo algunas palabras a los reporteros y posó para los fotógrafos y camarógrafos cubanos y extranjeros.

Aunque era el mes de diciembre Einstein sudaba mucho y constantemente colocaba sus manos sobre los ojos, a modo de visera, para protegerse de la intensa claridad del sol. Los anfitriones le propusieron un programa que comenzaba con una visita oficial al secretario de Estadio de Cuba para luego continuar a la Academia de Ciencias, donde recibiría el homenaje de los científicos cubanos, seguidamente saludaría a la comunidad hebrea residente en la capital y terminaría la jornada matutina almorzando en el hotel Plaza. Él lo aceptó con su acostumbrada cortesía y sencillez, pero pidió que antes lo llevaran a algún lugar donde pudiera comprar un sombrero que resguardara su cabeza y sus  ojos de aquel intenso y molesto sol. 

Sus anfitriones eligieron “El Encanto”,  la mas famosa tienda de ropas de la ciudad,  considerada una de las mejores del América Latina. Previamente el Ingeniero Millas había llamado a José Solís, gerente del establecimiento, para prevenirle de la visita y de su objetivo. Solís recibió al sabio en la entrada de su establecimiento e inmediatamente lo llevó al departamento de sombreros. En aquellos tiempos era moda usarlos y el comerciante buscó en sus almacenes el mejor que tenía: un  sombrero de Panamá.


La tienda de El Encanto en los años 30  

A Einstein le agradó mucho porque era muy cómodo y justo a su medida. Pensó que era fabricado en nuestra isla, pero le llamó la atención oír que era de Panamá y quiso que lo sacaran de esa duda. Solís le dijo que el sombrero no estaba hecho ni en Cuba, ni en Panamá, sino en Ecuador, en una región llamada Jipijapa donde abunda una palma del mismo nombre cuyas hojas tienen unas características muy especiales y cuyos aborígenes heredan, por generaciones, la habilidad de trenzar y darle forma y tamaño a cada sombrero que requiere de dos a tres meses de tesonera labor para hacerlo. Y continuó Solís: este sombrero usted podrá estrujarlo, aplastarlo o pisotearlo y siempre volverá a adquirir su elegante aspecto original. Así es este genuino  sombrero de Jipijapa. En cuanto a su otro nombre, -continuó explicando el dueño de la tienda - lo pusieron los ingenieros y jefes de obras norteamericanos cuando construían el canal de Panamá a principios del siglo XX. Ellos no sólo lo usaban por su comodidad, frescura, y elegancia, sino también porque al ser tan exclusivo y caro se diferenciaba de las raídas gorras o sucios sombreros que usaban los peones o trabajadores simples. Así se reconocía de inmediato, como si fuera la gorra entorchada de un general, la autoridad de los mandamases extranjeros que preferían decir que sus sombreros eran de Panamá  a darle crédito a aquella humilde región ecuatoriana que los producía.  

Einstein escuchó con atención esos relatos e insistió en pagar por el sombrero. Solís, hombre agradable y convincente,  le dijo que era un obsequio de la tienda. A insistencia de Einstein en retribuir aquel gesto, Solís le expresó entonces que seria un honor para “El Encanto” el tener de recuerdo un retrato suyo hecho en la fotografía de su comercio.  El científico lo complació a pesar del poco tiempo disponible.

Gonzalo Lobo era uno de los mejores retratistas de La Habana y firmaba sus fotografías con el pomposo nombre de Van Dyck. Su estudio formaba parte de la gran variedad de departamentos que tenia la tienda para complacer a la exigente burguesía cubana. El fotógrafo con su desenvoltura habitual colocó al sabio delante de un fondo negro para resaltar las canas que cubrían la desordenada cabeza del sabio y captó su expresión característica con la mirada bondadosa y de aguda percepción que caracterizaba el rostro del sabio. Esa fue la primera visita que realizó el sabio en La Habana, acompañado por su esposa Hedwig y los cicerones cubanos el Dr. Planas, el Dr. Gran y el Ing. Millás.

Luciendo su fresco sombrero de Jipijapa fue a la Secretaria de Estado y después, escoltado por un ejército de periodistas, asistió al homenaje que le brindara los miembros de la Academia de Ciencias. Saludó a la colonia hebrea de La Habana y concurrió al almuerzo que le brindaran los científicos en el hotel Plaza.  Por la tarde se interesó por ver la naturaleza cubana y en dos autos dieron un recorrido por la zonas rurales de Santiago de las Vegas, donde pudo admirar las palmas reales y el verdor de la campiña criolla, el recién inaugurado aeropuerto de Rancho Boyeros, la Escuela de aviación Curtis, el embellecido pueblo de Boyeros con su flamante Escuela Técnica Industrial, el Asilo para enfermos mentales de Mazorra y los hermosos jardines del acueducto de Vento. Luego recorrieron el exclusivo reparto de Miramar y las lujosas Sociedades del Havana Yatch Club y el Country Club. No hubo paradas, solo un rápido vistazo por todos aquellos lugares porque a las cinco de la tarde estaba señalada una recepción en la Sociedad Cubana de Ingenieros.

La comitiva no llegó a la hora señalada sino mucho más tarde. Estaban agotados y a Einstein le esperaba, como en la mañana, saludos, abrazos, discursos, brindis y una interminable fila de caza autógrafos. En medio de aquella agobiante aglomeración de invitados y curiosos, de oír palabras cuyo idioma desconocía y de sonreír a todo el que se le acercaba,  se detuvo unos instantes para solucionar mentalmente una ecuación rápida y exacta para su maltrecho animo. El resultado fue escabullirse hasta el auto donde su esposa lo aguardaba. Prácticamente huyeron para refugiarse en el camarote de su barco. Pero también allí le esperaba una invitación especial que el gobierno le hacía para que descansara en el recién construido Hotel Nacional, el mejor hotel del Caribe. Agradeció el ofrecimiento, pero rehusó aceptarlo.


Einstein y su esposa a bordo del
Belgenland, el día de la partida.

Al día siguiente, temprano, el director del Observatorio Nacional, ingeniero Millás y su esposa fueron a buscarlo al trasatlántico y como sabían que no le gustaba el protocolo, ni los halagos, le propusieron ir a donde el quisiera.   Einstein agradeció la idea y pidió ver los lugares más pobres de la ciudad. Y  Millás lo llevó a los solares de la Habana Vieja y los repartos de “Llega y Pon” y “Pan con Timba” nombres que le resultaron muy ocurrentes y simpáticos porque reflejaban el humor de aquellos infortunados, en su mayoría negros.

También conoció el Mercado Único con sus tarimas  llenas de pescados, frutas y carne fresca, y escuchó a los pregoneros con sus alegres ofertas. Ello le dio una visión real de la miseria en que vivía la mayoría de los cubanos. A su regreso, el barco ya estaba listo para continuar su viaje. Lo esperaba el viejo Solís para regalarle una elegante ampliación del retrato captado por Lobo  y también estaban  las autoridades, académicos,  periodistas y otras personalidades para despedirlo. El barco partió a la una en punto de la tarde y mientras se alejaba, en la cubierta, el sencillo sabio decía adiós a sus amigos habaneros agitando su sombrero de jipijapa

Al atardecer de ese mismo día, en la vidriera principal de “El Encanto” en la calle Galiano,  el decorador dio los toque finales a una elegante escenografía para homenajear a Einstein. Se apreciaba una gigantesca ampliación del retrato que le hiciera Gonzalo Lobo acompañada de una docena de fotos del reportero grafico Rafael Pegudo, del periódico El País, que mostraban varios momentos de la visita del científico a la capital. En un rótulo cuidadosamente dibujado se destacaba una frase que Einstein había dicho a la prensa a su llegada a La Habana:

“La Ciencia une a los hombres y evita las guerras”

Que monstruoso es descubrir que la humanidad ha guardado tan prodigioso pensamiento en el más oscuro y polvoriento anaquel de la Historia.  

 

TIENDA "FIN DE SIGLO" EN LA HABANA, CUBA

Cuentan los que saben y acumulan las historias que Cuba fue un sus mejores tiempos el reinado de la moda y la exclusividad. La Habana se distinguía por los productos y las bellas mujeres que trabajaban en sus tiendas. El Encanto, Fin de Siglo, competían en calidad y diseño.



Los nacidos después del 59, no conocieron de esto más que lo contado por quienes disfrutaron de tanta opulencia. Para esta generación flotante que se ha transformado en adulto cercano al mundo de las canas y las arrugas, la realidad fue otra. Vistieron con ropas generacionales pues pasaban de un familiar a otro, zapatos fuera de moda aunque siempre limpios. Perfumes y desodorantes eran una joya arqueológica y el champú Fiesta su única opción.

Noches de Habana, sin el glamur de años anteriores, clubes nada exclusivos. Pocas playas, escazas piscinas y abundante malecón. Un par de zapatos de Primor para ´´los quince de la niña´´ , una fiesta con reducidas ofertas y mucha demanda. Música hasta pasada la media noche resumiendo la alegría de estar vivos. Cajas de talco a modo de rolos para amoldar el pelo. ´´Chancletas metedeo´´,batecasas, palabras que parecían salidas de un idioma que busca el facilismo mental por lo descriptivas.

Desconocimiento casi general de las glorias pasadas. Muchos apagones morales y sociales que formaban parte del diario. Carencias de energía eléctricas haciendo de las noches una obligada velada medieval donde las narices, igual que chimeneas se cubrían de hollín interior.

Helados de Coppelia, bajo el sofocante calor. Reservación del Conejito, un restaurante de moda y soñar con la Torre porque era exclusivo. Juguetes si llegabas con número escogido. Tres meses de vacaciones para andanzas infantiles. Matutinos, doble sesión. ¨´Pantalla¨´, un programa de películas del recuerdo, suficiente llanto para la tarde. Programas humorísticos que servían de tribuna a quienes querían criticar con risa para no provocar malos humores.

En esos momentos era conocida la ropa soviética en pleno verano, circo soviético, exposición rusa, maestrías y postgrados de cultura hispana en la Unión Soviética. Premios de los 9500 millones a la Repúblicas Socialistas. Calzado preparado para frio más no resistente al calor. Como idioma universal el ruso, inservible y áspero en las costumbres pero útil para negociar en sus colonias. Cintas de seda con grandes lazos, batas vaporosas. Tanta Europa resumida a un solo país. Muñequitos rusos odiados pero necesarios compitiendo con el exclusivo Elpidio Valdés, palmiche y sus contrarios.

De aquellas famosas tiendas quedaron vagos recuerdos reforzados por el deseo desmesurado de aprender de un pasado que tenía un Encanto natural por más que la Época era diferente. Quizás llegaría el Fin de siglo, con otras expectativas ya no tan pendiente de los Ten cent de salario con pensamiento de miseria. Hoy la generación que toma la vanguardia de la juventud conoce de lo aprendido. Sus recuerdos son tan pobres como las vivencias de sus padres y las remembranzas de los abuelos.

Ahora todo es diferente, las famosas escaleras rodantes que cincuenta años atrás causaron impacto hoy son pirámides esculpidas sobre la inmovilidad. Mostradores que no enseñan sino ocultan la ausencia de productos. Lámparas que dejaron de ser luminarias para ocupar el puesto de espacios oscuros. Los aires acondicionados acaparan la atención en días calurosos porque su uso restringido es muestra de un pasado tan remoto como el pensamiento de querer cambiar la vida con adelantos científicos. Cuba, un país que avanza marcha atrás, no porque busque sus orígenes sino porque desconoce su futuro.

 

La casa de Bernardo Solís García en Villaviciosa

VILLA EL ENCANTO - VILLAVICIOSA (VILLAVICIOSA)

 
 
Situada en la localidad de Villaviciosa, fue construida en 1.927 para Bernardo Solís García emigrante que había hecho su fortuna en Cuba. El proyecto fue del arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo, en su diseño destacan las dos torres, una circular y la otra cuadrada. Dentro del recinto se observa lo que fue la vivienda para el casero. Durante la Guerra Civil la casa sufrió un incendio siendo restaurada por el arquitecto Somolinos.
 
El nombre de la villa le viene de los Almacenes El Encanto, también conocidos como Tiendas El Encanto que fueron una cadena de grandes y medianos almacenes por departamentos que se expandieron por toda Cuba.
En 1.888 los hermanos José y Bernardo Solís García establecen una tienda de telas en La Habana, dado el éxito y para poder ampliarla se asocian con Aquilino Entrialgo, fundando en 1.900 la sociedad “Solís, Entrialgo y Cia. S.A.”. Su crecimiento fue imparable y además del negocio textil comenzaron a crear departamentos en la misma tienda dedicados a distintas secciones, configurándose ya desde principios del siglo XX como una tienda por departamentos e introduciendo prácticas comerciales novedosas en la época. Esta tienda fue la escuela en la que se forjaron empresarialmente los asturianos César Rodríguez, primer presidente de El Corte Inglés; su primo y, primer socio, José Fernández Rodríguez (Pepín, el creador de Galerías Preciados); y Ramón Areces (sobrino de César Rodríguez, que le sucedió en la presidencia de El Corte Inglés).
 
 
Los almacenes El Encanto fueron expropiados a finales de 1.960 y destruidos en 1.961.
 

Cincuenta años de la desaparición de los almacenes El Encanto de La Habana

El 13 de abril de 1961 un pavoroso incendio originado por el estallido de varias bombas en cadena redujo a cenizas los almacenes, quizá más emblemáticos, de Centroamérica: El Encanto de La Habana. Se había fundado en 1888 por los hermanos Solís –Pepe y Bernardo– como tienda de telas. En 1900 entra en la sociedad otro asturiano, Entrialgo, y la empresa pasaría a denominarse Solís, Entrialgo y Cía El Encanto.

En su desarrollo tiene un protagonismo decisivo César Rodríguez, natural de Grado, un adelantado de la visión comercial en aquel tiempo que transformaría sustancialmente las normas de venta, pasando de la exhibición callejera de los productos y del regateo de los precios al mostrador y al precio fijo de los artículos. César llegó a Cuba en 1896 y acumuló cierta experiencia comercial en la isla, donde había trabajado entre otras en la empresa de asturianos Caso y Cía. 10 años más tarde ingresaría en El Encanto.

Tradicionalmente en aquel tiempo los ingresos de personal en las entidades comerciales se hacían como cañoneros o chicos para todo, sin embargo César, al margen de la relación familiar con los hermanos Solís, venía avalado por su profesionalidad, lo haría con categoría de dependiente y asumiría posteriormente el liderazgo en los sectores de compras y viajes al extranjero. El negocio sufriría una importante transformación de sus instalaciones en los años veinte estableciendo como novedad la parcelación de los departamentos, pionero en la América Latina. Los años cuarenta y sobre todo los cincuenta El Encanto convertido en almacenes de lujo alcanza su máximo prestigio y disputa a los centros comerciales de Estados Unidos la primacía del comercio en toda América. Las más destacadas figuras de la ciencia, el deporte y el espectáculo desfilan por los almacenes cubanos y Tyrone Power presta su figura en la publicidad de la empresa.

A pesar de la catástrofe que supuso la pérdida de la isla para España en 1898, nuestro país mantenía la casi absoluta hegemonía en el comercio y la industria en Cuba, así lo refleja una estadística doce años después –1910– de la independencia. Existían 45 casas importadoras de géneros (40 españolas), de 28 sociedades de ferreterías eran españolas 25 y de las 17 empresas importadoras de calzado 16 pertenecían a españoles, había 61 empresas de tabacos y cigarrillos de las cuales 40 y 14 respectivamente eran propiedad de españoles, de 62 casas de banca 40 eran de nuestra nacionalidad y un dato definitivo: en 1909 los españoles habían aportado al tesoro de la República un 85% de las contribuciones generales. De las propiedades de los españoles un tanto por ciento muy elevado correspondía a los asturianos, con dominio aplastante en algunos sectores como los importadores de género o calzado, ferreterías, tabaco, etcétera. El Encanto con su imparable progreso lideraría el protagonismo empresarial de nuestros paisanos en La Habana y el resto de la isla.

 

A primeros del pasado siglo se incorporarían al Encanto sucesivamente Pepín Fernández y más tarde Ramón Areces. La incorporación de Fernández supondría un fuerte revulsivo para los almacenes; desde su primer destino como responsable de la correspondencia comercial iniciaría una nueva etapa de las relaciones con los clientes imponiendo un estilo de redacción de las cartas en las que primaba la sencillez y el agradecimiento por sus compras o pedidos, nacía así un nuevo modelo de relaciones públicas comerciales en la que Fernández sería un maestro. Posteriormente impondría una nueva fórmula de venta: las rebajas. Otra cualidad destacada de Pepín Fernández sería su imaginación e intuición para la publicidad. Retornaría a España y en octubre de 1934, coincidiendo con la revolución en Asturias, inauguraba en Madrid Sederías Carretas en la calle del mismo nombre y más tarde en 1943 lanzaría Galerías Preciados. Ramón Areces, por su parte, regresaría a España recién terminada la Guerra Civil y adquiría una sastrería de nombre El Corte Inglés con la que empezaría a cimentarse su colosal empresa actual.

Cuando sucedió el incendio de El Encanto, el 13 de abril de 1961, los castristas ya habían intervenido la propiedad. La autoría del siniestro se atribuye a grupos contrarrevolucionarios opositores a Castro. El local en la calle San Rafael, una de las más céntricas, una vez recogidos los escombros se convertiría en el parque Fe del Valle, heroína de la revolución fallecida durante el incendio.

El Encanto fue para los asturianos de Cuba un símbolo de orgullo, por detrás de la clínica Covadonga y el Centro Asturiano, y al margen de su impacto comercial dejaría una importante huella como escuela de aprendizaje de varias generaciones. Actualmente aún pervive, 50 años después, una asociación de ex empleados con sede en Miami.

http://www.tiendaselencantodecuba.com/ 

 

Tiempo Habana

jueves, 08-ago-2013, por la mañana
poco nuboso
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viento del este
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Tiempo Talavera

jueves, 08-ago-2013, por la mañana
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