Ignacio Agramonte era estudiante de derecho en la Universidad de La Habana cuando se pronunció sobre el comunismo en 1862. Solo habían transcurrido 15 años desde la publicación del manifiesto comunista de Karl Marx. Pero es que a las mentes claras lo absurdo siempre es evidente.

 

"La centralización hace desaparecer ese individualismo, cuya conservación

hemos sostenido como necesaria a la sociedad. De allí al comunismo no hay más

que un paso: se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye

por justificar la intervención de la sociedad en su acción, destruyendo la

libertad, sujetando sus pensamientos, sus más íntimas afecciones, sus

necesidades, sus acciones todas....el gobierno que con una centralización

absoluta destruya ese franco desarrollo de la acción individual, y detenga la

sociedad en su desenvolvimiento progresivo, no se funda en la justicia y en

la razón, sino tan sólo en la fuerza; ya el Estado que tal fundamento tenga,

podrá en un momento de energía anunciarse al mundo como estable e

imperecedero, pero tarde o temprano, cuando los hombres, conociendo sus

derechos violados, se propongan reivindicarlos, oirá el estruendo de cañón

anunciarle que cesó su letal dominación" Ignacio Agramonte, Universidad de La

Habana. 1862.