Cuba: Sin Familia No Hay Nación.

Por: Alberto Luzárraga

 

El estado de la familia en Cuba es un tema imposible de soslayar si esperamos que nuestra patria renazca como nación.

Sabemos que el marxismo divide para gobernar tiránicamente. Desde su inicio atacó a fondo la familia, célula social básica, ya que una vez controlada por el estado facilitaba su designio de obtener un poder absoluto. El método utilizado fue atacar el modelo familiar que llamaron 'patriarcal.' Para el marxismo era tan sólo un 'pretexto' para someter a la mujer. Lo correcto era la emancipación y el amor libre. De los hijos se encargaba el estado. Ustedes diviértanse que yo, estado, pago los gastos. No era más que un método de hacerse de materia prima i.e. niños para adoctrinar. Y si no consiguen control absoluto sobre el niño, porque el amor maternal es invencible, fuerzan la separación familiar a través de las escuelas del campo y otras aberraciones.

La mentira marxista fue definir la relación hombre y mujer como una de enemistad y/o rivalidad en vez de complementariedad en la que cada uno necesita del otro para llegar a ser lo que totalmente debe ser. Según esta falacia, la mujer, para ser mujer, debe constituirse en antagonista del hombre. La mentalidad patriarcal del hombre genera 'abusos de poder' y a ello se debe responder con una búsqueda del poder. Es la tesis del feminismo radical, que adoptó la ideología marxista de la lucha de clases, a diferencia del feminismo civilista que se concentró en procesos democráticos, razonables y constructivos. El civilismo logró la igualdad en el sufragio, en el trabajo etc. mostrando que bajo el principio democrático esencial, la igualdad ante la ley, nada diferente era lógico ni aceptable.

Pensemos en las consecuencias de la ideología marxista aplicada a la madre. La mujer supuestamente 'liberada' queda en desventaja pues de ser soltera tiene que afrontar el embarazo y lidiar con el amante irresponsable que cínicamente se lava las manos pues no le 'consta' su paternidad. Hoy en día se puede probar, pero la irresponsabilidad se mantiene porque en definitiva el amor libre no implica compromiso de vida común sino placer pasajero.

Si es casada la situación es tan sólo marginalmente mejor. En el sistema descrito el matrimonio queda relegado a una especie de tregua entre los sexos. En Cuba el divorcio es fácil. Si es por consenso mutuo basta declararlo ante notario. No es pues de extrañar que en 1999 hubo 69.9% divorcios por cada 100 matrimonios. El hombre puede abandonar la familia, casarse con otra más joven (lo que en Cuba llaman la tití-manía i.e. casarse con un pollito) y sólo estar obligado a una mísera pensión. No alcanza para nada y pone a la mujer y a su prole en manos del estado marxista que es en efecto un 'patriarca' del cual no hay forma de liberarse.

En resumen, una verdadera ratonera existencial que explota las debilidades humanas: machismo e irresponsabilidad masculina, debilidad e ilusión femenina con recurso al aborto repetitivo y traumático como método de procurar la igualdad en la irresponsabilidad.

El resultado es dos seres humanos, hombre y mujer, heridos en su intimidad y por ello más susceptibles de manipulación por el estado. Mantener a la gente entretenida con el sexo, único escape momentáneo del totalitarismo es bueno para el despotismo. Los enredos que crea el divorcio fácil también lo son. La gente envuelta en el remolino de sus emociones no piensa en política. Y la familia queda destrozada por la promiscuidad, los celos, y los divorcios, con las consecuencias obvias para los hijos. Es presa fácil para el estado.

Hasta aquí el destrozo marxista causante de tanto y tan obvio daño en nuestra patria. Tal vez pueda esperarse una reacción en contra, pues ninguna sociedad aspira a destruirse. A veces hay que descender al sótano para comenzar el ascenso. Y la juventud cubana que al mirar alrededor, ve las consecuencias, es como toda juventud, aspira a progresar, a encontrar su pareja ideal, a crear una familia estable.

La familia no sufre tan sólo embates del marxismo. Hoy enfrentamos una falacia nueva, más siniestra, y más radical. El aspecto biológico del sexo con que nacemos se minimiza. Lo importante nos dicen, es el 'género', que es una condición puramente 'cultural' y por tanto mudable. Quiere decir que una mujer puede ser muy 'macha' y un hombre muy 'hembra.' Todo es cuestión de educación y condicionamiento. Por ello una familia con dos miembros de diferente sexo no es necesaria, sólo es necesario que tengan género diferente.

Y de ahí pasamos a la justificación del 'matrimonio' homosexual y a la equiparación de todas las conductas con respecto a la familia. El efecto sobre los niños que adoptarían las parejas homosexuales se soslaya. Que vivan con su 'diferencia' pues es una mera cuestión 'cultural.'

Esta falacia no la inventó el marxismo. Surgió del mundo occidental y podemos prever que será exportada a Cuba junto al feminismo radical.

A fin de cuentas hay material para radicalizar. Muchas mujeres en Cuba están justamente resentidas de su condición de objeto sexual, y el feminismo radical les da la ilusión del desquite. La ideología de la lucha de clases que se ha vendido en Cuba por 45 años está presente para ser explotada.

Cuando la moral social familiar es baja, es fácil vender cualquier conducta. No nos extrañaría que en la Cuba futura para algunos sea fácil tolerar el matrimonio homosexual como cuestión 'progresista' y no como un ataque muy peligroso a la familia que corroe la fibra de la nación.

El remedio para salir del atolladero moral y social es dar valor al matrimonio entre hombre y mujer que genere una relación familiar estable.

La historia de todas las naciones muestra que sin una familia sana no hay ciudadanos virtuosos y sin ellos no hay ni república ni estado de derecho. Sólo existe una masa informe en que el egoísmo es la moneda de cambio. Esas sociedades fracasan o son absorbidas o dominadas y explotadas por otras más fuertes o más morales.

Para potenciar la familia hay que volver a valorar la maternidad en la forma que siempre se acostumbró en Cuba. Esto hace que los hombres busquen como compañera a la madre de sus hijos y ello genera respeto hacia la mujer

Implica también, resaltar el valor inestimable del trabajo femenino en el hogar. Es preciso enaltecerlo y no disminuirlo como hace hoy el feminismo radical. La intuición de la madre de que lo mejor de sí es lograr que sus hijos sean todo lo que pueden ser, y su esfuerzo para conseguirlo es un don insustituible. Su capacidad de amor y fortaleza en la adversidad ha sido demostrada a lo largo de nuestra historia pasada y presente. La mujer que escoja dedicar su tiempo al hogar no debe de ser ridiculizada ni disminuida sino alabada en su sacrificio.

Realmente es profundamente injusto y absurdo no hacerlo. El padre Varela nos recordó: "El primer maestro del hombre es la mujer." Y aquí debe entenderse hombre en su sentido etimológico: humanidad. Por eso es que los cubanos siempre quisieron educar a sus hijas a fin de que tengan una gama de opciones. Una madre culta es un mejor profesor y una mujer educada se puede ganar la vida si ello es lo que escoge hacer. Si la mujer por razones económicas debe trabajar para ayudar al hogar entonces hay que facilitarle el ser madre y trabajadora y no penalizarla en cuanto a salario ni oportunidades. De ello tenemos excelentes antecedentes en la república. Y si quiere ser profesional solamente, también bueno, que lo sea.

La familia en la Cuba futura debe ser objeto de atención preferente e inmediata. Debe gozar de ventajas fiscales y de estímulos morales y económicos. La separación de las parejas con hijos no debe de ser asunto rayano en lo irresponsable por lo fácil. Se perjudica a terceros inocentes. Por ello en muchos países se intenta la reconciliación y se da un período de tiempo para ello antes de acceder a romper el vínculo. Este sistema va expandiéndose, ya que aunque no prospere la reconciliación, la demora fuerza a entender que se toma un paso grave que implica una responsabilidad futura. Crear una jurisdicción especial de tribunales familiares parecería inevitable pues los problemas son enormes.

Recordemos pues: todas nuestras aspiraciones de libertad y de una Cuba mejor no son nada sin una familia sana. Rechacemos el egoísmo de hacer lo que me parece y allá las consecuencias. Las instituciones sociales existen porque resuelven problemas. Si las destrozamos matamos las soluciones. Es tan simple como todo eso.