Cuba, en
Busca de la Madurez Política.
Manuel Pérez Torres, Agosto del 2001
El problema mayor de Cuba en estos momentos, como ha sido a lo
largo de sus últimos cien años de historia, es primordialmente político. Cuba, a
pesar de contar con grandes recursos naturales, geográficos y humanos, nunca ha
podido alcanzar su potencial de desarrollo por sufrir de gobiernos que han
estado al servicio de sus dirigentes y no de la nación. Dado el cambio inminente
en la situación cubana, se nos presenta la oportunidad de sentar nuevas bases
estructurales mediante una nueva constitución que sirva para sanar nuestro
persistente problema político.
Adoptamos una premisa que ya ha sido planteada y analizada por
varios expertos sobre el tema constitucional cubano (
Manzano(1), Luzarraga(6) y Cuzan(3)), que la constitución estalinista que
supuestamente rige en Cuba en estos momentos no amerita enmienda y debe ser
completamente reemplazada con una nueva constitución que utilice elementos de la
constitución de 1940.
Los Males Del
Poder
Todas las desventuras que el pueblo cubano ha sufrido dentro
del régimen existente emanan de la concentración del poder en manos de una
persona. Las alevosas violaciones de los derechos humanos, el estado decrépito
de la economía y la infraestructura, y la lamentable degeneración social son
todos productos del monopolio y el abuso que Fidel Castro mantiene y ejerce
sobre los instrumentos del poder.
La libertad y el poder son en efecto conceptos equivalentes. En
una sociedad libre, el pueblo es la fuente de todo poder y derecho, y el estado
es simplemente un mecanismo por medio del cual el pueblo ejerce su voluntad
común. Dentro de este marco, el individuo se reserva el poder de alcanzar sus
metas económicas, políticas y sociales con un nivel de intromisión y regulación
por parte del estado que es el mínimo necesario para mantener las necesidades
comunes tales como el orden, la salubridad, la calidad del medio ambiente y la
seguridad. En dicha sociedad, el individuo posee una serie de defensas contra el
uso arbitrario del poder por parte del estado, que generalmente se codifican en
una carta de derechos fundamentales dentro de una constitución, que a su vez,
están protegidas por un poder judicial independiente.
La expresión mas generalizada de los derechos fundamentales se encuentra en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que fue adoptada por las Naciones Unidas en 1948, y en cuyo desarrollo, en lo que ahora resulta una cruel ironía, la delegación de Cuba tomó un papel protagónico. Esta declaración es bien conocida dentro de Cuba entre los grupos disidentes que abogan por la restauración de la democracia, y junto con el Titulo IV de la constitución de 1940, debe servir de punto de partida para la confección de la carta de derechos fundamentales de la nueva constitución.
La Declaración Universal consiste en 30 artículos, los cuales
se pueden clasificar dentro de las siguientes categorías:
6. Obligaciones del Individuo - articulo 29.
El orden de estas categorías refleja la importancia de los
artículos en cuanto a garantizar el poder del ciudadano ante el poder
gubernamental. Interesantemente, el orden también refleja la medida a la cual el
gobierno de Cuba respeta dichos derechos, solo que a la
inversa.
Hacemos un paréntesis para recalcar que la propiedad es uno de
los más importantes derechos fundamentales, ya que es la base de la
independencia económica, sin la cual el individuo cae en un estado de
indefensión sin más remedio que someterse al poder del estado, como ocurre en la
Cuba de hoy. El control de los medios de producción y la propiedad en general,
que regímenes socialistas justifican en base de "justicia social" e igualdad
económica, termina siendo el más potente e insidioso instrumento de poder. Por
otra parte, casi tan nocivo es el monopolio económico por parte del estado que
como por parte del sector privado y por lo tanto dicho abuso del poder termina
siendo limitado por la ley, como lo ha sido en la mayoría de las sociedades
libres.
En resumen, una constitución es un instrumento por el cual el
pueblo delega parte de su poder y soberanía a un gobierno, y por medio del cual
se reserva otros derechos y poderes. La base fundamental de una constitución
democrática es una carta de derechos fundamentales, pero además de declarar y
asegurar los derechos ciudadanos, las constituciones incorporan el diseño del
gobierno, sus ramas y funciones, así como también la manera de elegirlo. El
criterio principal en este diseño es el de prevenir por todos los medios el
abuso del poder. La constitución de Estados Unidos fue la primera que se
concentró en el diseño de separación de poderes y un sistema de mutua sujeción
entre los poderes, como medida preventiva para dicho abuso. Esta constitución ha
servido bien a su nación por mas de doscientos años y hasta el día de hoy los
ciudadanos de Estados Unidos constantemente expresan gran admiración y gratitud
por el genio previsor de sus autores
Cuba, desde un principio, incorporó en sus cartas magnas los
principios de los derechos del hombre, así como los diseños de separación de
poderes, culminando con la siempre admirada constitución de 1940. Pero a pesar
de esto, nuestra historia republicana esta llena de fracasos que han culminado
en la triste realidad de hoy.
De esta historia y realidad presente surge una dura pregunta:
¿hay algo diferente en los cubanos que los conduce al desastre político a pesar
de constar con constituciones admirables? Hace falta que nos miremos en el
espejo de nuestra lamentable historia para no condenar a generaciones futuras a
volver a vivir nuestro infortunio.
¡Cubano,
conócete!
Una constitución no es más que un plano básico para construir
una nación. Así como el plano de un edificio toma en consideración los
materiales de construcción, también una constitución debe tomar las cualidades
de su pueblo, que es después de todo, el material de construcción de una
nación.
Un libro reciente de Fernández (2) analiza la condición
política cubana de un nuevo punto de vista, enfocando nuestra sicología y
temperamento como el mayor factor determinante de nuestra historia. Esas
cualidades peculiarmente cubanas que el libro discierne, y que no deben tomar
por sorpresa a cualquier observador del pueblo cubano son las
siguientes:
2.
La Política Afectiva, nuestra
tendencia de formar grupos en base de amistades y afectos personales, y a
desconfiar los que no conocemos por estar fuera de nuestro ceñido círculo
personal, lo que nos impide formar organizaciones grandes, y a la vez nos hace
desconfiar de los políticos, a no ser que formemos con ellos una relación de
afecto, de aquí nuestra tendencia a formar con estos relaciones de amor u odio,
y no de afinidad intelectual.
3.
La Personalización, relacionada con
la anterior, que nos hace incapaces de asimilar conceptos abstractos tal como el
imperio de la ley, y a mirar la política no como una contienda no entre ideas
sino entre personalidades. Reflexivamente, esta cualidad nos provoca una sed de
gloria personal, ese deseo insaciable de ser figura, de
figurar.
4.
El Excepcionalismo, nuestra
tendencia a ver nuestro círculo personal como algo especial, por encima de las
reglas, y a veces hasta de las leyes.
5.
Lo Informal, relacionado con la
anterior, que es nuestro desapego a las normas y estructuras, nuestro desprecio
por aquellos que son rectos y serios ( pesados), y
nuestra increíble habilidad creativa para darle la vuelta a los
obstáculos.
Basado en este conjunto de cualidades, Fernández concluye con
un pronóstico pesimista para el establecimiento y funcionamiento de una
democracia liberal en la Cuba post Castro. Por nuestra parte, aunque concordamos
con el análisis de Fernández, no compartimos su pesimismo o al menos, nos
alienta la buena esperanza.
Claro está que no vamos a cambiar al pueblo de Cuba. Con ellos,
como son, tenemos que construir una nación libre y próspera. El secreto esta en
diseñar el sistema de gobierno de manera que neutralice nuestros defectos y
aproveche nuestras cualidades. El proyecto se hace difícil ya que en materia
política como hemos observado en nuestra historia, los defectos nos
sobran.
De Como Separar el Poder y la
Gloria
El ultimo y largo capitulo de la tragedia cubana comienza en
1959 cuando el pueblo de Cuba presenta a Fidel Castro, en bandeja de plata, un
cheque en blanco de poder. La culpa cae parcialmente en un individuo de carisma
e inteligencia poco comunes, sin escrúpulos, y con una sed de poder
extraordinaria. Pero Castro no es el único caudillo de nuestra historia,
solamente el peor y el de más larga duración. Su popularidad inicial se debía en
gran parte al odio visceral que la abrumante mayoría de los cubanos sentía por
el caudillo previo Fulgencio Batista. No obstante los dones y defectos de
Castro, en un final es un monstruo de la creación del pueblo de Cuba, la obra
cumbre de la personalización. Si no queremos condenar a las generaciones futuras
a que la historia se repita, la primer prioridad de diseño de la nueva
constitución cubana es la de contrarrestar este defecto fatal.
La mayoría de los países de América han adoptado lo que se
llama un sistema de gobierno presidencial, mientras que la mayor parte de las
democracias en el resto del mundo se adhieren a un modelo parlamentario de
gobierno – ver (4) Shugart & Carrey. Los sistemas presidenciales y
parlamentarios tienen dos diferencias fundamentales.
La primera tiene que ver con la distribución del poder. El
ejecutivo del sistema parlamentario, que generalmente lleva el título de Primer
Ministro, necesita un apoyo mayoritario del poder legislativo para mantener su
cargo, y en algunos casos es elegido por la legislatura. Así, el poder ejecutivo
esta en efecto subordinado al poder legislativo. En el sistema presidencial, por
otra parte, el presidente es independiente y solo puede ser depuesto por causa,
y por una supermayoría de la legislatura. En ambos sistemas, solo la legislatura
puede aprobar leyes, pero el ejecutivo presidencial tiene el poder del
veto.
La segunda diferencia es simbólica, pero de gran importancia
para la situación cubana. Mientras que en el sistema presidencial el presidente
es no solo el primer ejecutivo sino también jefe de estado y símbolo de la
nación, en el sistema parlamentario las dos funciones se separan. El jefe de
estado, que es un rey o un presidente elegido, tiene una función puramente
ceremonial, en efecto una figura decorativa que representa la soberanía de la
nación pero sin poder alguno. El poder esta en manos del primer ministro que
encabeza el gobierno y es el primer ejecutivo. Pero dado que el jefe de estado
representa la supremacía del pueblo y el jefe del gobierno es solo un agente del
poder popular, el último es ceremonialmente inferior al
primero.
Los caudillos de nuestra historia fueron individuos que
aspiraban a la presidencia motivados principalmente por sed de gloria y
prestigio, más que por el deseo de servir al país. Una vez en el cargo, estos
individuos abusaban del poder a su disposición para mantenerse en él. Y como
hemos visto con el último caudillo, una vez adquirido el poder absoluto es muy
difícil derrocarlo.
Adoptar la separación protocolar entre el presidente y el
primer ministro del sistema parlamentario sería un paso muy importante para
resolver el problema de los caudillos. Los que buscan el poder tendrían que
renunciar a la gloria, y los que codician la gloria solo podrían obtenerla
renunciando al poder.
Concebimos que el presidente de Cuba bajo este sistema sea una
persona de gran prestigio y mérito, por ejemplo uno de las valientes disidentes
que tanto han sacrificado por la libertad de Cuba. Esta personalidad serviría
como símbolo unificante de la nación, y al mismo tiempo como recipiente inocuo
de la pasión y afecto que los pueblos suelen sentir por el "jefe de la tribu".
La inocuidad del cargo estaría asegurada por su falta de poder.
Como símbolo de la soberanía del pueblo, el presidente debe ser
elegido directamente por voto popular. El primer ministro, por el contrario, no
debe ser elegido directamente para así evitar la subida al poder de demagogos
que aprovechen la tendencia del pueblo cubano de enamorarse de personalidades
carismáticas. Sugerimos que el primer ministro sea elegido por la legislatura, o
sea, que el pueblo elija la legislatura por un sistema que propondremos mas
adelante, y que la legislatura elija al primer ministro antes de ambos comenzar
su mandato.
No contemplamos que el primer ministro, como es el caso en la
mayor parte de los sistemas parlamentarios, dependa de la legislatura. Una vez
elegido, el primer ministro tendrá poderes similares a los del presidente de
Estados Unidos, poder de veto, y destitución solo por causa y por una
supermayoría de la legislatura. Los problemas de Cuba son muy grandes y urgentes
y por lo tanto conviene un ejecutivo independiente, que tenga plena potestad
para nombrar ministros con la aprobación de la legislatura y despedirlos a su
voluntad.
Reiteramos que el meollo de nuestra propuesta es
despersonalizar el cargo del primer ejecutivo por medio de elección indirecta, y
la canalización del personalismo hacia la figura decorativa del presidente. Los
símbolos, tal como la residencia que en el caso del presidente sería el palacio
presidencial, y en el caso del primer ministro una residencia con menos
pretensiones, son muy importantes para obtener la desglorificación del poder. De
esta forma, el cargo de primer ministro atraerá individuos de habilidad
administrativa, con vocación de servicio a la nación.
Con Todos. De Cómo Integrar al
Cubano en el Proceso Político.
De nada sirve una constitución perfecta si el pueblo no esta
consciente de sus derechos y esta dispuesto a defenderlos. Esta era la situación
en 1952, cuando Batista viola la constitución de 1940 y establece un régimen
ilegítimo sin que el pueblo de Cuba proteste.
Históricamente, gran parte de la población cubana estaba al
margen de la política, y la consideraba un proceso ajeno y hasta despreciable.
Para garantizar que una vez establecida la democracia en Cuba se convierta en
una institución perdurable es imprescindible que el diseño del sistema político
motive al pueblo a participar, y lo que es más importante, que se sienta parte
de ese sistema.
Otro componente del cuadro político cubano es producto de la
Política Afectiva a que hemos hecho referencia, la cual nos conduce a desconfiar
a aquellos que están fuera de nuestro círculo de amistades. De ahí nuestra
notoria incapacidad de formar grupos mayoritarios y de lograr la unidad y la
concordia. No hay más que ver el número de grupos de oposición que existen
dentro y fuera de Cuba para comprender que, al menos al principio, va a ser
prácticamente imposible formar un número limitado de partidos políticos. Por lo
tanto es importante que el sistema político de cabida y representación a una
gran variedad de pequeños grupos.
En Patterns of
Democracy, Lijphart (5) presenta un análisis detallado de gobiernos
democráticos de todo el globo, concentrándose en las diferencias y respectivos
méritos de lo que define como democracias mayoritarias y democracias de
consenso.
Las democracias mayoritarias se caracterizan por asambleas
cuyos representantes son elegidos en distritos geográficos, y en cuyas
elecciones gana quien reciba una mayoría absoluta (mas del 50% de los votos) o a
veces una mayoría simple (mas votos que ningún otro candidato). El efecto de
este sistema es que los partidos minoritarios tienden a ser excluidos del
gobierno. También frecuentemente se da el caso de que un partido minoritario
termina con una mayoría en la legislatura o con la presidencia, como sucedió en
Chile con Allende. Incluso en un país como Estados Unidos, con dos partidos
dominantes y balanceados se producen elecciones anómalas con bastante
frecuencia. En Cuba, donde no habrá escasez de partidos políticos, el sistema
mayoritario es una receta para la marginación y el desorden político, como lo
demuestra nuestra historia.
Las democracias de consenso, por otra parte, se basan en la
representación proporcional, o sea, que la composición de la legislatura refleja
la composición política de los votantes. Una de las formas de obtener este
resultado es por medio de la elección por lista. Por ejemplo, la legislatura o
Knesset de Israel consiste de 120 representantes. Antes de las elecciones, cada
partido presenta un escalafón de 120 candidatos. En la boleta, los votantes
tienen la opción de votar por un partido. Los votos son contados y cada partido
envía un número de representantes a la legislatura correspondiente al porcentaje
de votos que recibe. Por ejemplo, si un partido recibe 10% de los votos, los
primeros 12 candidatos de su escalafón forman parte del
Knesset.
La clave de la democracia de consenso es no el tanto el sistema
electoral como el hecho de que para gobernar la legislatura esta obligada a
negociar un consenso. Países con profundas divisiones lingüísticas, políticas y
religiosas como Bélgica, Suiza e Israel han utilizado el sistema de consenso con
notable éxito. Cuba, aunque sin mayores divisiones étnicas o culturales siempre
le ha faltado cohesión política y hoy esta aun más dividida debido al trauma de
cuarenta años de totalitarismo.
Si queremos ver un ejemplo de cómo la democracia de consenso
funcionaría en Cuba, podemos referirnos a la constitución de 1940. No al
documento sino al proceso por el cual fue desarrollado. La convención
constituyente fue formada por una gama de todas las corrientes políticas de la
época, que colaboraron en un espíritu de cooperación y consenso. Hasta el día de
hoy, muchos historiadores consideran esta constitución como el mayor logro
político de los cubanos.
El sistema de elección por lista tiene además la ventaja de
despersonalizar el proceso electoral. Los votantes no deciden entre un candidato
u otro, sino por el ideario político de un partido u otro. Así se enfoca el
debate en las ideas y no en las personas.
Basados en estos principios, postulamos para el poder
legislativo un congreso bicameral compuesto de un senado y una cámara de
representantes. El senado es elegido a nivel nacional por el sistema de lista, y
compuesto por alrededor de 40 senadores. La cámara es electa por municipios para
así establecer una representación geográfica. El municipio concuerda muy bien
con el sentido de política íntimo de los cubanos, que tienden a identificarse
fuertemente con el suyo. Este espíritu de municipio ha sobrevivido en el exilio
hasta el día de hoy. En cambio la provincia no inspira el mismo nivel de
identidad y por lo tanto no figura en la estructura política de esta
propuesta.
El representante de cada municipio es electo por la asamblea
municipal de concejales, que a su vez es electa por un sistema proporcional de
lista. Para darles igual representación a los habitantes de municipios pequeños
y grandes, cada representante tiene un voto por cada 10,000 habitantes en su
municipio. Por ejemplo, el representante del municipio de Gibara, que cuenta con
72,000 habitantes, tendría 7 votos a su disposición, mientras que el
representante de Camaguey, que cuenta con 317,000 habitantes tendría 31 votos.
Cuba esta dividida actualmente en 169 municipios de los cuales
los 69 más pequeños tienen menos del 17% de la población y cuentan con menos de
40,000 habitantes. Se debe considerar la posibilidad de reducir este número,
combinando municipios pequeños con otros para así reducir no solo el número de
representantes, sino también los gastos de administración
municipal.
En resumen, este sistema despersonaliza totalmente la elección
de la legislatura, y al mismo tiempo establece un vínculo más fuerte entre el
votante y el representante por medio de los municipios y los partidos políticos,
que en efecto son comunidades geográficas e intelectuales, respectivamente. De
esta forma tenemos la buena esperanza de que los cubanos tomen parte en el
proceso político, y sepan defenderlo de aquellos que intenten utilizarlo para
sus propios fines.
Un Gobierno
Minimalista
Una constitución nunca debe ser, como la de 1940, instrumento
legislativo. La legislación es la función y prerrogativa del un gobierno formado
de acuerdo a la constitución. En vez de usurpar la potestad legislativa de un
futuro gobierno, la comisión constituyente se debe concentrar en limitar los
temibles poderes del gobierno, o sea, concentrarse en lo que el gobierno NO debe
hacer.
Otro de los grandes fallos políticos en la historia de Cuba se
debe a que desde el principio de la República, el gobierno se convirtió en
fuente de riqueza para los políticos, y en fuente de favores y empleos para los
que los apoyaban. El régimen castrista ha empeorado esta situación ya que ahora
el estado es la única fuente de empleo y de toda una serie de medios de
supervivencia. Existe hoy en Cuba, una táctica generalizada de supervivencia
donde resolver normalmente significa robar. Los medios y métodos que la afamada
creatividad del cubano inventa día a día para apropiarse de los bienes
gubernamentales son ya legendarios. Este tipo de corrupción sistémica sería muy
nocivo para el establecimiento de un gobierno serio y
justo.
Esta situación, junto con el hecho de que el pueblo de Cuba
esta hastiado del totalitarismo, que un final significa la intrusión total en
todas las esferas por parte del gobierno, nos lleva a proponer un sistema de
gobierno minimalista, a limitar las funciones del gobierno solo a aquéllas que
son imprescindibles.
Si vemos el desarrollo económico y social de la nación como un
proceso o juego en que participan ciudadanos y organizaciones civiles, el papel
fundamental del gobierno es el de establecer las reglas del juego para su mejor
y más eficiente funcionamiento, y además servir de vigilante y árbitro para que
los participantes se adhieran a las reglas. En ningún momento debe el gobierno
ser jugador. Si existe alguna necesidad común que no esta siendo satisfecha por
el sector privado, el gobierno debe establecer incentivos y regulaciones para
que dichas necesidades se satisfagan. De esa forma se reduce a un mínimo la
nómina del gobierno, el gasto público, y con ello las oportunidades de
corrupción.
Esto no quiere decir que el gobierno se excluya totalmente de
la función social. En la educación, por ejemplo, el gobierno estará obligado por
la constitución, de acuerdo a la declaración universal de los derechos del
hombre, a suministrar enseñanza primaria gratuita. El gobierno puede satisfacer
esta obligación constitucional, sin tener que construir escuelas y emplear
maestros, fomentando la educación privada, y suministrando vales y subsidios a
las familias con hijos de edad escolar. El gobierno si debe velar, por medio de
un sistema de inspección y de estándares, de que la juventud reciba una
educación de buena calidad. Solo en el caso de que por razones extremas, el
sector privado no pueda satisfacer las necesidades educativas, debe entonces el
gobierno injerirse en el proceso.
Asimismo la salubridad y el cuidado de la salud, debe estar en
manos del sector privado y la sociedad civil, y el papel del gobierno debe estar
limitado al control de calidad, y la prestación de subsidios para personas de
pocos recursos.
También, durante el periodo de transición de una economía
estatal a una privada, el gobierno debe estar limitado a participar solo como
socio inactivo y nunca como gerente durante ese proceso - Ver Luzarraga
(6).
Por lo tanto proponemos que la constitución limite las
funciones del gobierno a aquéllas que sean necesarios para garantizar el
cumplimiento de la ley, recaudar impuestos, y garantizar la seguridad, salud,
educación, y otras prestaciones sociales previstas por la constitución y la ley.
En ningún momento el poder ejecutivo debe emprender funciones, ni la legislatura
debe obligar al ejecutivo a emprender funciones que no tengan que ver con las
funciones básicas del gobierno y puedan ser desempeñadas por el sector privado o
la sociedad civil. Este principio contribuirá no solo al mejor desarrollo
económico del país, sino también a prevenir que caiga la nación otra vez en la
corrupción y el relajo administrativo.
En
Conclusión
Esta propuesta se concentra en tres objetivos fundamentales: 1)
Mantener el equilibrio del poder y evitar su abuso 2) integrar a la población al
proceso político y 3) reducir al mínimo el tamaño del gobierno y su carga a la
economía. No cubre una serie de problemas relacionados con el restablecimiento
de un poder judicial independiente y el imperio de la ley. No la ofrecemos como
una panacea porque Cuba tiene otros problemas económicos y sociales de una
escala monumental. Pero esta propuesta tiene la posibilidad de darle a la
República de Cuba lo que nos hemos conseguido por más de cien años: la madurez
política.
Bibliografía
(1) René Gómez Manzano, Constitucion
y Cambio Democratico en Cuba, ASCE 1997
(2) Damian J. Fernandez, Cuba and the Politics of Passion, University of Texas Press, 2000
(3) Alfred G. Cuzán, A Constitutional Framework for a Free Cuba, ASCE 2000
(4) Shugart & Carrey, Presidents and Assemblies, Cambridge University Press, 1992
(5) Arend Lijphart, Patterns of Democracy, Yale University Press, 1999
(6) Alberto Luzarraga, Privatizacion
en Cuba, ASCE 1997